¿Qué tal va todo por ahí?
El tema del COVID-19 nos ha tocado mucho. Conocidos han sufrido las consecuencias del virus, y a nivel trabajo hemos pospuesto eventos, otros han sido suspendidos hasta 2021 y, esperemos, trabajar lo máximo en septiembre y octubre respecto a Sea Otter Europe y Ocisport.
Sí… En marzo todavía teníais la ilusión de mantener fechas.
En efecto. Al principio nos lo pintaban como algo que pasaría más rápido, y que podríamos salvar eventos de mayo, junio o julio, pero la realidad nos ha mostrado que esto va a para largo. Y esto se puede torcer en cualquier momento. Esta incertidumbre nos obliga a un esfuerzo doble para preparar el evento en septiembre, y quizá hasta haya que hacer un esfuerzo triple para volver a tener unos eventos tan grandes como los de antes.
Sea Otter Europe: esperabais que 60.000 personas pasaran por Girona este fin de semana.
Esos fueron los datos del año pasado. Una afluencia importante de gente, y esa era la clave del éxito: concentrar todos esos aficionados del ciclismo en una experiencia muy dinámica. Tendremos que seguir trabajando en ese sentido, manteniendo nuestra filosofía, asegurando la vivencia con las marcas y expositores y sacando alguna fórmula para poder llevarlo a cabo con la máxima normalidad y seguridad para los asistentes.
Será el 25, 26 y 27 de septiembre. ¿Por qué esas fechas?
Cuando hay un movimiento de esta magnitud hay muchas cosas que tener en cuenta. Girona es una ciudad grande, y no es fácil cuadrar un evento de esta envergadura en el calendario local. Hay otros eventos desde hace meses para esas fechas, se han movido distintos acontecimientos deportivos, y hemos llegado a una súper concentración en septiembre y octubre. Nos parecía que el último fin de semana de septiembre era un buen momento, espaciándolo por ejemplo un poco antes con eventos como Roc D’Azur, que será el 7 de octubre. Pero además había que cerrarlo con autoridades locales, con expositores y patrocinadores… Todo el mundo nos apoyó, aun sabiendo que podríamos estar muy cerca de eventos parecidos, pero siempre considerando que este es un año excepcional, que habrá saturación pero que el marco es complejo y muy único.
“La mayoría de las marcas siguen con el plan propuesto y están de acuerdo con las nuevas fechas”
Porque ya el año pasado… ¡no cabían más stands! ¿Cómo se cancela, cómo se altera y reorganiza todo esto?
Hay varios escenarios. La mayoría de marcas siguen con el plan propuesto, y trasladarse a las nuevas fechas. Otras marcas están “a verlas venir”, esperando a ver cómo evoluciona su mercado y negocio, y les hemos ofrecido una fecha limite, a finales de julio, para que decidan si estar o no estar. Pero también tenemos incorporación de nuevas marcas, firmas a las que no les cuadraba tanto estar en mayo pero les encaja más estar a finales de septiembre en su estrategia. Es un año muy complejo, todo el mundo está esperando cuándo y cómo salimos, algunas marcas lo están pasando mal pero también hay otras que dicen que les está yendo todo esto de maravilla. La bici puede ocupar un espacio más importante tanto en el sentido deportivo como en cuanto a movilidad, y la Sea Otter Europe debe ser parte de consolidar la bici como un estilo de vida, y creo que muchas marcas podrán darse a conocer aquí.
¿Hay algún tipo de seguro que cubra una situación como la que vivís?
Es complicado. Al ser por fuerza mayor se establecen una serie de condicionantes. Si la gente no quiere asistir hacemos una devolución del 75% del espacio contratado, y nos quedamos una parte restante que van a gastos de gestión ya realizados, como administración, reservas… Pero también hay marcas que nos han dicho que estarán en 2021. Y luego hay casos particulares como los patrocinios, las pruebas deportivos, el soporte de las administraciones, los registros de los deportistas.. Es complejo. El año pasado hubo 250 expositores y más de 6.000 participantes en pruebas.
En efecto, muchísima gente acude para participar en pruebas deportivas. ¿Cómo están reaccionando?
Estamos muy sorprendidos porque apenas hemos tenido un 2% de bajas. La gente mantiene la ilusión de participar en Sea Otter 2020, la ilusión puede y estamos muy contentos de que quieran seguir viniendo a participar. Es muy emocionante ver que la gente acepta que es una circunstancia especial, no deseada por nadie, y que quieran seguir apoyándonos.
En todo caso, resulta muy complicado imaginarse a una masa humana así el 25 de septiembre. ¿Cómo trabajáis vosotros, cómo manejáis tanta incertidumbre?
Manejamos tres planes de trabajo. El primero es el A, que es confiar en realizar el mismo evento que teníamos previsto para mayo. Eso implica tener una visión optimista, porque hay un alto porcentaje de expertos que nos dicen que no será así. El plan B pasa por establecer un sistema deportivo con salidas por grupo, menos masivas. Enviar dorsales a casa para evitar aglomeraciones. Hacer entregas de premios virtuales. Un plan B que nos permita adaptarnos a lo que nos digan, y hacer un control escrupuloso del aforo a la zona de expositores. Y tenemos un plan C, una opción menos deseable, que sería cancelar el evento en caso de rebrote y tener que trasladarlo a 2021. Trabajamos en eventos deportivos, y siempre tenemos estas cosas previstas. Nunca hemos tenido que llegar a una cancelación de este tipo, pero sí a medidas como el Plan B, y tener que reaccionar muy deprisa y cambiar lo que teníamos previsto. Pero lo dicho, de momento estamos trabajando a pleno rendimiento en ese Plan A y es lo que estamos proponiéndole a las marcas.
“Confiamos en que todo se vaya recomponiendo y podamos formar parte de esa normalidad”
¿Cómo es la relación con esas instituciones públicas, cómo contemplan eventos como el vuestro?
Faltan cuatro meses. Incluso es complicado comunicarlo todo, hacer campañas viendo lo que está sufriendo mucha gente. Estamos esperando a que todo se vaya solucionando, y confiamos en que en julio o agosto todo se haya recompuesto un poco a nivel social y podamos formar parte de esa normalidad. Pero es evidente que esto va a dejar heridas en el plano social, gente que perderá su trabajo o su negocio. Pero estos eventos ayudan a compensar esas dificultades: generan puestos de trabajo, riqueza y dinamización comercial, ingresos para la hostelería. Estos eventos generan riqueza donde se celebran. Por eso también agradecemos al Ayuntamiento de Girona su compromiso con nuestro evento.
¿Qué conexión tenéis con otros eventos similares para compartir conocimientos y reacciones?
Hemos hecho un pequeño equipo con las distintas Sea Otter del mundo, la de Canadá, Australia y la Sea Otter Classic. Hemos tenido conversiones entre los cuatro eventos: los más afectados somos Sea Otter Classic y Sea Otter Europe, y estamos viendo cómo trabajar conjuntamente y recuperar parte de la fuerza que hemos perdido. Entendemos que este año no llegaremos a los 60.000 asistentes, pero buscaremos opciones para compensar esa falta de afluencia de público o deportistas.
¿Qué planes tenéis en el campo digital? ¿Cómo se puede trasladar el espíritu, la fraternidad, de un evento así a un campo digital?
Las cuatro Sea Otters estamos muy lejos geográficamente, pero podemos compartir una plataforma, un paraguas, para difundir los cuatro eventos. Podemos ver cosas que hasta ahora no hemos visto, conocer los formatos que se celebran en otras partes del mundo. Creemos que podemos reforzar esos lazos y, lo más importante, seguir ofreciendo esta experiencia, esta vivencia.
Después de tantos años en este sector… ¿Qué destacarías a nivel aprendizaje de estos meses?
La situación es todo un reto. Tener que afrontar algo tan inimaginable como esto, dentro de nuestro esquema mental… Nadie se esperaba una demolición así, algo que afecte de esta manera desde un evento como los JJOO a un evento pequeño. Ha sido una hostia muy gorda. Pero hemos podido también parar un poco. Contemplar la situación. Y ver que, en todo esto, lo más importante es el valor humano. Un valor que se pone en alza, que nos hace creer más en el ser humano, y que incluso en una era digital la gente vive de tocar, de oír, de las relaciones personales y directas. Y por eso queremos seguir trabajando en eventos deportivos reales, con carga física, y este paréntesis nos reafirma en esta apuesta por el cuerpo a cuerpo.
“Nadie se esperaba una demolición así: ha sido una hostia muy gorda. Pero también hemos visto la importancia de lo humano”
Sea Otter Europe estaba a tope, en efecto.
Sí, en esta cuarta edición estábamos en cifras récord, con más metros de exposición, más bicicletas para demo. Y en eso estamos trabajando. Confiamos en que el sector no se debilite, que podamos contar con el máximo número de marcas.
Pongamos que el 25 de septiembre estamos todos ahí: ¿qué novedades encontraremos? ¿Será una Sea Otter Europe mejorada?
Hasta ahora, el evento ha tenido mucha fuerza en el ámbito deportivo. Hemos apostado por pruebas internacionales, hemos destacado mucho la parte deportiva, supongo que porque venimos de la competición. Pero las circunstancias nos han abierto los ojos… Recuerdo una charla contigo donde hablábamos de la necesidad de potenciar ese cambio: que la gente use la bici para ir a trabajar, para desplazarse, que se convierta en una forma de vida desde la movilidad y el respeto al medio ambiente. Ya sea bici convencional, eléctrica, lo que sea, nos hace mejores como personas y mejora nuestra relación con las ciudades y con el planeta. Las ciudades están contaminadas, saturadas de vehículos, y la bici es una solución. Queremos ofrecer desde Sea Otter soluciones en este sentido, tanto con bicis como con accesorios o aplicaciones. Los 60.000 asistentes que hemos tenido son mucha gente, pero nos queda mucho por crecer en este sentido, porque Girona es una ciudad muy europea en este sentido, con su infraestructura ciclista. Creemos que asistir a Sea Otter también puede ser una oportunidad para mostrar la bici como solución de continuidad.
Con eventos como Sea Otter Europe podemos mostrarle a toda esa masa de ciclistas deportivos que la bici se puede disfrutar de lunes a domingo. ¿Cómo podemos hacerlo?
Hay un tema cultural: en países similares a España se está dando ese cambio, y aquí no tanto. Creo que falta estimular desde las instituciones ese cambio. Yo soy usuario de la bici, voy de mi casa al trabajo en bici, pero me encuentro con problemas para aparcar la bici, con pocos carriles bici… Creo que esos son carencias que frenan el uso de la bici como medio de transporte. Porque el resto lo tenemos: somos muy deportistas, tenemos un clima privilegiado… Pero falta seguridad y comodidad. Faltan lugares para aparcar con tranquilidad la bici. Todas esas cosas crean reticencias, tenemos handicaps. Desde Sea Otter queremos culturizar a la gente en ese sentido, estamos hablando con instituciones, Girona es una ciudad muy bien preparada, y queremos que la gente lo vea, que vean lo agradable que es.
¿No te parece que los ciclistas deportivos y los urbanos no sumamos? ¿Que cada uno va por su lado, que no hacemos una fuerza común, cuando en el fondo tenemos muchas más similitudes que diferencias?
Sí, tienes toda la razón. Usando todos la bici nos sentimos de tribus muy distintas, eso nos divide y tenemos menos fuerza. Pero hay mucha gente que tiene ganas, somos un país ciclista. Insisto, creo que alguna parte de la administración tendría que ir por delante, facilitar todo este cambio, ir por delante y no a remolque. A veces cansa tirar del carro, tener disputas con oficinas de tráfico, medio ambiente o territorio, encontramos barreras e impedimentos en lugar de facilidades. Carecemos de un marco adecuado creado por la administración que impulse que esos aficionados al ciclismo puedan sumarse al uso cotidiano de la bicicleta.
¿Crees que la crisis del covid-19 reforzará conceptos como el deporte, la sostenibilidad y, a la postre, la bicicleta?
A corto plazo sí. Ahora mismo hay una gran concienciación de la bici, pero creo que cuando pasen unos meses o años se volverá al funcionamiento frenético y desmesurado del que veníamos. Espero que esta situación tan complicada nos lleve a usos saludables y ecológicos, que haya cosas que queden para mucho tiempo. Pero la experiencia nos dice que con las crisis se crean expectativas que luego, por desgracia, no se convierten en realidad.