Ai Pioppi es un restaurante familiar de comida casera. Uno más en Italia, plagada de rincones singulares donde degustar lo mejor de su popular gastronomía. Pero no es un lugar cualquiera: además de su preciado menú, cuenta en su parte trasera con un lugar increíble que apenas aparece en las guías turísticas.
Entre las frondosas ramas de los álamos (‘pioppi’ es, de hecho, álamos en italiano) asoman hierros desvencijados. Un paisaje fantasmagórico, posapocalíptico, ideado y construido durante los últimos 40 años por el dueño del restaurante, Bruno, como un mero pasatiempo al que ha dedicado su vida.
La fuerza motora del ser humano y la energía cinética son las únicas herramientas para mover las máquinas
Balancines, norias, montañas rusas, pasarelas entre los árboles… Ante los ojos del visitante se eleva un parque de atracciones con una máxima singular: nada de electricidad. La fuerza motora del ser humano y la energía cinética son aquí las únicas herramientas para mover las máquinas disponibles, gratuitamente, para los clientes del restaurante. Si se atreven. Y a ser posible, antes de comer.
El chirrido constante
“Encontré un artículo sobre Ai Pioppi en Atlas Obscura, una web que recopila lugares bizarros alrededor del mundo, y me decidí a visitarlo”, cuenta a Ciclosfera el periodista de viajes Tom Scott, que realizó un reportaje sobre Ai Pioppi para su canal de Youtube. “Era tan insólito que parecía una leyenda. No era posible que existiese un lugar tan potencialmente peligroso como este”, asegura.
Pese al peligro, Scott no se amilanó. Viajó al lugar, conoció a Bruno y se subió a sus viejas y oxidadas atracciones. “¿Miedo? Depende de lo que entiendas por miedo”, bromea. “En principio estar boca abajo y girar no me asusta demasiado, pero sí caer al vacío. Y el problema es que a todo eso se suma un chirrido constante y profundamente inquietante”.
Desafiar la física
Scott se refiere, en especial, a la atracción estrella de Ai Pioppi: la Bicicleta de la Muerte. Su nombre lo dice todo: un imponente péndulo en el que los osados ocupantes de la cabina pedalean hasta dar una vuelta de 360 grados. Una vez lo hacen, sólo queda esperar a que las leyes de la física hagan su trabajo y detengan la maquinaria.
La historia inspiró Ai Pioppi, un hermoso cortometraje documental que puedes ver bajo estas líneas. Escrito por Luiz Romero y con Coleman Guyon como director de fotografía, se detiene tanto en la trayectoria vital de Bruno, llena de nostalgia y pasión por su trabajo, como en las delirantes atracciones del lugar. Una demostración más de que, con la simple ayuda del pedaleo y la fuerza de la gravedad, la diversión está garantizada.