1. Desayuna bien. Lo hemos escuchado en infinidad de ocasiones, pero siempre es importante volver a recordarlo la primera comida del día es fundamental, especialmente si vas a hacer ejercicio. Cuando hablamos de desayunar bien no sólo nos referimos a la cantidad sino, sobre todo, a la calidad. Prioriza los cereales integrales y ten siempre la fruta fresca como primera opción. Y no olvides algo importante: si vas a realizar alguna actividad física, levántate lo suficientemente pronto como para terminar el desayuno, al menos, una hora antes.
2. ¡Hidrátate! Tan importante como la buena alimentación está el hecho de beber. Hidratarse correctamente es clave no sólo después del ejercicio: también antes y durante. Entre dos y tres horas antes de empezar, bebe aproximadamente 2 o 3 vasos (entre 473 ml y 710 ml). Durante el ejercicio bastará con medio vaso 118 a 237 mililitros cada 15 a 20 minutos.
3. Usa suplementos deportivos. Cada vez son más los productos especializados que pueden ser poderosos aliados en la práctica de ejercicio. Webs especializadas como la de los expertos en nutrición deportiva 3NutritionPro ponen a tu disposición todo tipo de opciones: geles energéticos para ciclismo, cremas, barritas energéticas, concentrados, sales minerales, magnesio, vitaminas…
4. Cuidado con los excesos. Cada cuerpo es diferente, y no todo el mundo necesita comer las mismas cantidades. Pero aun así, es importante tener en cuenta que pasarse nunca es una buena idea antes de hacer ejercicio. Si la comida que vas a hacer es especialmente copiosa, deja pasar al menos unas tres o cuatro horas. Si es ligera, bastará con un tiempo que oscile entre una y tres horas.
5. La importancia de los tentempiés. Sí: comer bien es importante en las principales comidas del día, pero también es esencial cuidar los picoteos entre horas. La mejor opción, y a menudo también la más sencilla, es la fruta. Si prefieres los snacks, existen opciones saludables, como los frutos secos, los chips de verduras o las tortas de arroz integral. Como máxima, evita la comida rápida, la bollería industrial, las bebidas azucaradas, los carbohidratos refinados, el alcohol, las grasas trans y las saturadas.