Vuelves, después de un breve descanso, a subirte encima de una bici…
Sí: me caí, me rompí dos costillas y he estado seis semanas sin poder montar. La verdad es que han sido como unas vacaciones, y el descanso me ha venido muy bien. Viajo mucho, tengo mucha responsabilidad y ha sido una buena excusa para parar y hacer cosas que no solía hacer.
Como, por ejemplo…
Conectar con muchos viejos amigos con los que no hablaba y, en general, ver el mundo de la bici desde otra perspectiva. Estoy siempre envuelto en campeonatos y eventos, mucho estrés, y a veces no te paras a valorar todo lo que tienes porque te quemas con tanto trabajo. Ahora lo he podido ver con más relajación, y sentir que estoy muy agradecido.
¿Cómo empezó todo?
Con una California BH, en el parque del Retiro (Madrid) en verano de 1996. Iba con mi bici y vi a muchos riders haciendo freestyle… Me acerqué y me hice amigo suyo… Ellos pensaron que quién era ese chaval en una California, pero me defendí a base de trucos y me gané su respeto (risas).
Y de ahí, a vivir de ello.
En 2000 hicieron unos campeonatos de BMX, y logré clasificarme para las finales en EE UU. En 2001 gané los juegos europeos, en 2002 gané el campeonato Red Bull y la marca empezó a patrocinarme, por lo que comenzaron los viajes y el vivir de la bici.
¿Cómo es vivir de la bici?
Increíble. No conozco otra cosa… Tengo mucha suerte: desde los 19 años tengo sponsors y sólo tengo que levantarme y estar montando en bici todo el día.
¿Qué tienes tú que no tenga otro?
En España fui el rider que más destacó cuando era joven, viajé a América, aprendí inglés y… Era mi destino. Yo no lo busqué: la vida me abrió esta puerta, era lo que tenía que enseñarle al mundo. Que monto bien en bici.
¿Qué distingue a un buen rider?
Aparte de cualidades como el equilibrio, el ser original. Tener personalidad. Ser abierto, ser profesional de cara al público, representar a tu deporte. Por eso los sponsors se interesan por ti, y creces en redes sociales.
¿Y cómo es tu personalidad sobre la bici?
No entreno para ganar campeonatos, sino que divertirme, cada día, sobre la bici. Esa es la idea, y por eso se me da bien. Es una cuestión de mentalidad, una filosofía.
¿Cómo ha cambiado tu deporte con el paso del tiempo?
De una manera bestial. Cuando empecé en EE UU, lo retransmitían por ESPN y lo veía muchísima gente de toda América… Llegábamos a millones de personas, y yo ni lo sabía. Después, en 2004, nuestro deporte tomo otra dirección y sobre todo nos centramos en los shows.
Pero sigue interesando, y mucho, a los jóvenes.
El BMX va por generaciones, varia mucho de un tiempo a otro. Cuando yo empecé estaba muy emparentado con el hip hop, con el skate… Después vino una generación cuyo objetivo era hacerse famosos, montaban por otro motivo al nuestro. Ahora parece que viene una generación de chavales que quieren volver a formar parte de un movimiento. En eso es lo que yo creo: lo importante es formar parte de algo, no subirte a una bici tu solo y decir que eres un biker. Es algo mucho más profundo.
¿Cómo gestionas tu carrera?
Tengo suerte: mi mujer es luxemburguesa, abogada especializada en derecho deportivo y, desde hace cuatro años, es mi manager. Mi carrera ha dado un empujón brutal desde entonces: ahora tengo establecida una dinámica de trabajo, negociamos mejor con las marcas…
¿Cómo ven el BMX las marcas españolas?
A la gente le encanta el deporte, pero muchas marcas se creen que, simplemente, somos chavales de la calle que montamos en bicicleta a los que no hay que pagar. Y no… Soy un profesional de esta historia, es mi trabajo, y nadie hace nada gratis.
“Me alegra, sobre todo, ver que mucha gente sin ninguna pinta de ir en bicicleta se mueve a diario pedaleando”
¿Ciclista urbano?
Desde siempre. Las ciudades son cada vez más conscientes de que hay que ir en bici, y por eso se multiplican los sistemas de bicicleta compartida, los carriles bici… La bici está de moda, y eso está guay. Me alegra, sobre todo, ver a gente sin ninguna pinta de ir en bicicleta pero que se mueve, a diario, pedaleando.
¿Vas mucho a España?
Cada mes, a eventos. En Luxemburgo, donde vivo, quieren mucho a los españoles: les encanta el sol, la comida, nuestro carácter, la alegría… Es su país favorito. Respecto a la bici, Barcelona es una ciudad muy ciclista. Madrid es más heavy: las cuestas, la escasa infraestructura. Pero está cambiando. BiciMAD vendrá bien: a ver si conseguimos que haya más bicis y menos coches.
¿Cuánto durará la moda del ciclismo?
Yo llevo 21 años en esto… La bici urbana forma parte de una moda, por supuesto, pero lo importante es que una cultura cada vez más implantada. En 1996, nos veían como a delincuentes: ahora a la gente le gusta que te muevas en bicicleta, y cada vez más personas les gustaría tener una buena bicicleta.
“En 1996 nos veían como a delincuentes, y ahora a la gente le gusta que te muevas en bici”
Tienes 35 años. ¿Cómo te ves?
Para mi deporte, muy bien. En este deporte te beneficia cumplir años. Tienes una experiencia que te permite hacer cosas que los jóvenes no tienen. Es como las artes marciales: te conviertes en un maestro. Puedes hacer movimientos que parecen fáciles, fluidos, sin esfuerzo, pero tan difíciles que un joven no los puede hacer. Por eso gusta tanto en Japón, y por eso hay riders con 45 años que tienen un nivel increíble. Yo sigo creciendo, y mi cuerpo va aprendiendo que no todo es tensión, potencia o esfuerzo, sino algo más parecido al yoga, algo beneficioso para el cuerpo, no estresante.
¿Qué más deportes practicas?
Hago yoga y pilates a diario, durante media hora. Y me muevo en una fixie que uso a diario. No me gusta correr, pero hago muchos kilómetros, sin prisa, sobre ella todos los días.
¿Qué les dices a los chicos que empiezan?
Que es un buen deporte. Que no es sólo algo físico, sino que también te ayuda a tener más reflejos, más habilidad, y que tienes que usar la cabeza para comprender cómo funcionan los trucos. Es algo parecido a aprender a tocar un instrumento.
¿Qué disfrutas más de tu profesión?
Me gustan mucho las jams, porque nos reunimos muchos riders con el único propósito de montar juntos y compartir un día de buen rollo. Montas, oyes buena música, hay buena onda… También me gustan mucho los talleres, porque es alucinante ver lo rápido que aprenden los chavales, y la felicidad y entusiasmo y asombro que provocan los shows.