El llamado ‘dopaje tecnológico’ se ha convertido en un quebradero de cabeza para los organizadores de las grandes rondas ciclistas. Innovaciones casi invisibles contra las que los responsables de la limpieza en el ciclismo han de contraponer tecnología igualmente potente. Todo vale para detectar una posible trampa oculta en una bicicleta.
A pocas horas de que arranque una nueva edición del Tour de Francia, la organización ha informado de que este tipo de artimañas van a ser, si cabe, un poco más difíciles gracias a las cámaras térmicas. Se trata de cámaras portátiles que pueden ser manejadas desde una motocicleta o desde los márgenes de la carretera, y que se sumarán a los sistemas de resonancia magnética ubicados a la salida y llegada de cada etapa.
La decisión de la organización del Tour de Francia de contar con esta tecnología llega después de que el periódico italiano Corriere della Sera y la cadena francesa de televisión France 2 publicaran una imagen tomada con una de estas cámaras, en las que se ve cómo cinco ciclistas de dos carreras de este mismo año escondían pequeños motores en el interior de sus bicicletas.
Las cámaras térmicas han sido desarrolladas por la Comisión de la Energía Atómica a petición del Gobierno francés. Según ha declarado el ministro francés de deporte, Thierry Braillard, “gracias a esta tecnología, que ha sido aprobada por la UCI y por el Tour de Francia, aquellos que quieran hacer trampas van a tener que asumir un gran riesgo de ser descubiertos”.