Era la recta final de los años 80 cuando el multimillonario Donald Trump, conocido por sus excesos y ahora nuevo presidente del país más poderoso del mundo, EE UU, tuvo una gran idea: crear el Tour de Trump, una carrera ciclista bautizada con su propio apellido. La razón, tan sencilla como poco humilde: “Podríamos llamarla de otra forma, pero tendríamos menos éxito”, aseguró.
Su ocurrencia era crear una prueba que compitiera en importancia con el Tour de Francia. “Miro al futuro con mucho optimismo. Siempre estoy haciendo inversiones y creo que este evento puede ser tremendo en el futuro, incluso más grande que el Tour”, afirmó entonces sin complejos un hombre cuya fortuna actual asciende a casi 10.000 millones de euros.
Por la costa Este
Pero la carrera se disputó sólo dos años, en 1989 y 1990, en el este del país y pisando Nueva York, Boston, Baltimore, Albany o Atlantic City. En ese sentido fue un pionero, porque las grandes carreras estadounidenses se disputaban en Colorado y California, en el oeste. De hecho, la idea definitiva de Trump era que su Tour estadounidense cruzara el país de costa a costa, hasta llegar a Los Ángeles.
En esas dos ediciones, de 10 y 13 etapas respectivamente, ofreció premios por valor de 300.000 euros (de los que 50.000 eran para el ganador) y captó a muchos de los equipos que disputaban por entonces la ronda gala: Panasonic, PDM, Lotto… En el pelotón se mezclaban algunos d*e los mejores corredores del momento* con ciclistas amateurs, y hubo dos ganadores de renombre: el noruego Dag-Otto Lauritzen y el mexicano Raúl Alcalá. También, por supuesto, estuvieron las dos estrellas locales del momento: el tres veces ganador del Tour Greg Lemond y Andrew Hapsten, vencedor en el Giro de Italia de 1988.
“El Tour de Trump tiene un enorme impacto, comentaba Lemond en 1990, “y si queremos que el ciclismo crezca en EE UU necesitamos carreras así. Los efectos se verán a largo plazo”, afirmó el corredor que, sin embargo, se equivocaba. La inversión de más de 700.000 euros se sumó a otros negocios fallidos, y el multimillonario se declaró en bancarrota en 1991. La carrera, patrocinada por una empresa farmacéutica, pasó a denominarse Tour DuPont, y terminó evaporándose.
Adiós a las bicicletas
Ahora, 25 años después, Donald Trump tiene más que aparcada su pasión ciclista. En su desbocada carrera hacia la Casa Blanca (frente a la que, precisamente, un día planeó una etapa de su fallida carrera) criticó al actual secretario de Estado, John Kerry, por ir en bici.
“Cuando sea presidente pararé el programa de Irán para fabricar armas nucleares, y no lo haré usando un hombre como John Kerry. Además de negociar mal, se arriesga a montar en bici con 72 años, se cae y se rompe una pierna. Prometo que yo nunca iré en bici ni pondré en peligro a mi país”, aseguró en un discurso. No comment.