Hemos hecho un experimento: preguntar a un nutrido grupo de ciclistas urbanos de nuestro entorno quiénes se habían subido alguna vez en un tándem. La respuesta ha sido concluyente y desoladora: apenas uno de cada veinte. ¿A qué se debe este desconocimiento, incluso por parte de gente habituada a pedalear a diario, de un vehículo que a la vez todos conocen?
Asociamos la imagen del tándem, de forma casi inevitable, al amor. A la felicidad de pedalear en pareja. A la diversión y perfecta simbiosis creada entre dos personas cuando, de la energía de ambas, emerge la posibilidad de desplazarse de un lugar a otro. Pero un tándem es mucho más: es, también, una manera diferente de entender bicicleta, un invento prodigioso que, a la vista está, aún está por descubrir.
Donde caben dos…
Quizá convenga empezar definiendo qué es exactamente un tándem. Aunque habitualmente asociamos su nombre a una bicicleta sobre la que pedalean dos personas, lo cierto es que el número de viajeros puede ser cualquiera. Incluso cantidades que a priori resultan casi inimaginables: como ejemplo, ese tándem sobre el que se subieron 40 ciclistas en 1984, batiendo un récord mundial en la ciudad australiana de Queanbeyan.
La historia del tándem se remonta mucho más atrás. Casi desde que se empezaron a fabricar las primeras bicicletas hubo quien tuvo la idea de unir varias de ellas… literalmente. Porque la manera en que se construyeron los primeros de ellos fue soldar dos bicicletas. Hoy, los tándems han mejorado enormemente manteniendo intacta la que es su principal ventaja, más allá de la posibilidad de pedalear en buena compañía: la eficiencia. Y es que un tándem ofrece, como es lógico, el doble de potencia de pedaleo, aunque, eso sí, con un leve incremento de las pérdidas por fricción en la transmisión.
Pero, ¿qué sensaciones experimenta uno al subirse sobre un tándem y comenzar a pedalear? “Lo mejor es compartir juntos una experiencia de lo más original”, cuenta Haritz Ferrando, dueño de un tándem triple en el que lleva a sus dos hijos. Una máquina que, inevitablemente, les convierte en “el foco de atención de todo el mundo que te ve pasar”.
Una experiencia única
Las ventajas son, en opinión de Ferrando, enormes. “El tándem nos ha permitido ampliar a toda la ciudad, Tarrasa, nuestra área de juego. Cualquier parque podía ser un destino nuevo a conocer y explorar. ¿Lo malo? Que si no hay ningún incentivo para los críos… me toca pedalear a mí solo”. Sobre la ausencia de este tipo de vehículos en la calles, lo tiene claro: “Estoy seguro de que si más familias conociesen estos tándems veríamos muchos en las calles. Porque es una experiencia única”.
“Si más familias conociesen estos tándems veríamos muchos en las calles: es una experiencia única”
Si no los vemos no será porque no haya sitio dónde encontrarlos. Cristóbal Greciano es el responsable de Bicicletas Tándem, tienda online y física ubicada en la localidad madrileña de Galapagar. “Cada vez más gente conoce este tipo de bicicletas, en parte gracias a que negocios como el nuestro se han especializado en ellas. Aun así, en España seguimos muy por detrás de otros países como Francia, Alemania o Inglaterra”. Quizá sea, también, por el carácter “apasionado” de las parejas locales: “Cuando lo pruebas, te enganchas… o te peleas con la pareja”, bromea Greciano. Porque hay algo psicológico, un vínculo muy fuerte, en el hecho de pedalear con alguien. “Es una sensación especial”, añade Greciano, “porque cada pedalada depende de la del otro. Es una especie de baile con el otro, de comunión, incomparables a cualquier otra manera de moverse”.
Viajeros variados
En ese sentido, los clientes de Cristóbal responden a perfiles dispares. “Hemos vendido un tándem a parejas que quieren utilizarlo el día de su boda, y también a otras que lo quieren para hacer el fin de año más divertido. Pero no sólo se venden: también alquilamos muchos tándems para eventos de empresas, anuncios publicitarios o formación escolar”, cuenta, antes de recordarnos la importancia de este tipo de vehículos en materias como la inclusión de personas invidentes o con diversidad funcional.
Y… ¿cuánto cuesta un tándem? Aquí, como ocurre en el caso de las bicicletas, los hay para todos los gustos. “Tenemos desde los más normalitos, que cuestan a partir de 450 euros, hasta los que llegan a 9.000”. Y sí: se venden. En una tienda como la de Cristóbal, “unos 100 o 120 al año”, asegura. No está nada mal tratándose de un nicho tan especializado y con enormes posibilidades de crecimiento: quizá, solo hace falta que más y más ciclistas experimenten lo que se siente sobre él… y se enamoren para siempre.