Son tiempos complicados, pero emprender sigue siendo atractivo. El mundo está lleno de ideas, y en todas partes existe gente creativa que le da vueltas a cómo hacerlas realidad. Muchas se quedan en eso, en ilusiones. Pero también, en muchos casos, son el germen de proyectos que llegan a un final feliz, a una meta. Habrá diferentes motivos por los que estos proyectos no se materializarán, pero muchas veces será el mismo: el dinero. Así es, no todo el mundo tiene, o consigue, un buen puñado de euros (o dólares, o lo que sea) para invertir en un sueño que no sabe si va a salir bien, porque las certezas, y más esta tormentosa época, parecen escasas.
Y como (casi) todo está ya inventado… Además también hay una solución a este problema: el crowdfunding o micromecenazgo. Un concepto nacido a finales de los años setenta como idea innovadora y disruptiva, que ha conseguido colarse en todos los sectores y, por supuesto, que también ha inundado ciclismo de proyectos nacidos gracias a este tipo de micromecenazgo.
El principio
Para quien no lo conozca, el crowdfunding de recompensas, del que hablaremos esta vez en Ciclosfera, es una forma sencilla de lanzar nuevos proyectos y hacer realidad nuevas ideas sin la necesidad de una gran inversión. Podría resumirse así: con el crowdfunding se hace una preventa del proyecto que se quiere ofrecer al consumidor. El cliente decide si le interesa, aceptando que todavía queda el proceso de producción y, por tanto, lo que ha comprado tardará en llegar. Aquí no se busca la inmediatez de hacer clic y recibir al día siguiente en casa lo que has comprado. Los tiempos son completamente distintos (una campaña de crowdfunding suele estar activa entre uno y dos meses). Y por supuesto, la forma de vender ese producto es completamente distinta.
Varias plataformas de crowdfunding se han colado en las conversaciones cotidianas de millones de personas. Kickstarter, Indiegogo o Verkami… gigantes bazares de sueños donde, a través de Internet y muchas veces en redes sociales, pueden hallarse todo tipo de productos. Yo hice una agenda ciclista. Otros, accesorios como una funda para guardar el teléfono móvil, que cupiera en el maillot y, donde, incluso, cupieran objetos imprescindibles como las llaves, una tarjeta de crédito o el documento nacional de identidad. Parecía una buena idea… y lo fue: Javier Blanco fundó la marca Baggicase a través de crowdfunding, en una campaña que recaudó 21.543 euros y que ha terminado con sus fundas para móvil en medio mundo. “Se me ocurrió, quería crear una marca y poder vivir de ello”, nos cuenta el propio Blanco, “así que en septiembre de 2007 le pedí algo de dinero a mi padre y lancé la campaña. El objetivo era bajísimo, 4.000 euros, pero más que cubrir los gastos quería validar el producto, asegurarme de que le gustaba a la gente y estaba dispuesta a comprarlo”.
La elección
Si pudieras lanzar una marca de bicicletas… ¿Qué nombre le pondrías? ¿Cómo te diferenciarías de los demás? O, simplemente… ¿qué bici crearías? David Toledo es, además de un buen amigo de Ciclosfera, todo un experto en la industria de la bicicleta en España. Hace un tiempo decidió crear su propia marca, y una de las primeras preguntas que tuvo que hacerse era, simplemente, por qué tipo de modelos apostar. “Necesitas un catálogo”, nos cuenta, “una bicicleta de carretera, una de montaña, otra de paseo. Tienes que crearlas y tener un stock”. Y ponerles un sugerente nombre como Crow Bicycles, la marca que ha lanzado hace poco a través de un crowdfunding. “Queríamos arrancar de una forma más controlada, paso a paso, así que antes de todo decidimos apostar por esta vía porque ofrece una perspectiva de validación muy interesante. ¿No existen demasiadas marcas de bicicletas? ¿Vivimos un boom? Una campaña así te sirve para entender, en primer lugar, si el producto o la idea que tú tienes encaja en el público”.
La apuesta de Toledo con Crow Bicycles se basa en “bicicletas premium con materiales de calidad y componentes complejos. No vamos a hacer bicicletas que podrías comprar en grandes superficies, ni somos un fabricante que plantea una bicicleta estéticamente bonita pero algo sencilla. Vamos a por un producto con un largo desarrollo detrás, orientado a usuario exigente”.
Gemelos de éxito
Pero, si hablamos de campañas de crowdfunding en el sector del ciclismo, no podemos dejar de hablar de Mate Bikes. En verano de 2016 dos hermanos daneses, Julie y Christian Adel, lanzaron un modelo de bicicleta eléctrica, plegable y desenfadada, que consiguió recaudar 6,8 millones de euros. “El mercado de las bicicletas eléctricas era maduro y global”, nos cuentan, “por lo que nos dimos cuenta de que hacernos un hueco por las vías tradicionales nos resultaría muy difícil”, explican. “Así que decidimos que queríamos revolucionar la industria. Dinamitarla. Y eso solo podríamos hacerlo con una idea muy fuerte: el ciclismo tiene que ser, en primer lugar, divertido. Y lo que parece una idea muy sencilla acabó convirtiéndose en la campaña de financiación más exitosa en este sector a nivel mundial”.
No debió ser casualidad porque, apenas dos años más tarde, lanzaron una segunda campaña con la que multiplicaron ganancias, alcanzando 14,5 millones de euros y convirtiéndose en la campaña de crowdfunding europea más exitosa de la historia. “El vídeo de la campaña cuenta nuestra historia personal, la de los hermanos que crecen pedaleando en Copenhague, una ciudad en la que todo el mundo monta en bici. Aprendimos que no teníamos que escondernos detrás de una campaña”, explican, “sino precisamente aprovecharla para presentarnos, hacernos visibles y reales. Todo eso, a la postre, se demostró tan importante como elegir el nombre de la marca”.
"Los mecenas necesitan ver la bicicleta, saber cómo funciona, hacerse una idea real de lo que van a encontrar", nos explican los creadores de Mate.
Pero, además de vídeos o nombres, los creadores de Mate desvelan otros dos factores fundamentales: tener un prototipo parecido al definitivo que mostrar y no complicarse la vida. “Tener un prototipo fue crucial”, nos cuentan, “porque los mecenas necesitan ver la bicicleta, saber cómo funciona, hacerse una idea real de lo que van a encontrar. Y, por otro lado, decidimos que nuestra campaña fuese lo más sencilla posible. Nuestra página de campaña enfatizaba, precisamente, eso: que nuestro producto es tan fácil de usarse como, a la postre, de comprarse”.