Si alguna vez has sufrido el robo de tu amada bicicleta, a buen seguro deseas que los amigos de lo ajeno reciban el peor de los castigos. Con esa sed de venganza en mente, el diseñador californiano Daniel Idzkowski ha creado un candado, al que ha bautizado como Skunk Lock, que lleva un paso más allá la seguridad en materia ciclista.
Cuando el ladrón trata de forzar, romper o abrir el Skunk Lock, este dispara un potente gas lacrimógeno que, pese a no resultar tóxico y estar dentro de la legalidad, resulta enormemente lesivo para el ladrón: el gas provoca de manera instantánea irritación en los ojos y vómitos. Pedalear con ambos síntomas parece realmente complicado. Por su fuera poco, los químicos que desprende el candado se impregnan en la ropa dejándola inservible.
El creador de Skunk Lock argumenta que la práctica totalidad de candados del mercado pueden abrirse si el ladrón cuenta con la herramienta adecuada. Y aunque son conscientes de que un mecanismo como el que incorpora el Skunk Lock no evita al 100% el robo de una bicicleta, una cosa es segura: si consigue llevársela, al dueño le queda el consuelo de que el caco ha salido perjudicado.
Asimismo, el responsable de este particular sistema antirrobo asegura que los viandantes que puedan estar cerca en el momento en que Skunk Lock desate su “veneno” no se ven afectados por el mismo. Tampoco la bicicleta, aunque con el candado se incluye un manual de instrucciones en el que se explica cómo limpiar cualquier resto de la sustancia que pueda quedar impregnado en la montura.
Por el momento, Skunk Lock es sólo un proyecto en fase de desarrollo. Para que llegue a hacerse realidad, su creador ha puesto en marcha una campaña en la web de micromecenazgo Indiegogo. La respuesta ha sido sorprendente: ya ha superado ampliamente los 20.000 dólares iniciales que había solicitado, y aún le quedan 25 días para seguir recaudando dinero.
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