Si conoces la ciudad, no te extrañará lo más mínimo: San Sebastián apenas tiene cuestas, cuenta con bastantes facilidades para rodar (el año pasado se añadieron 2,4 kilómetros de carriles bici, ahí llamados bidegorris, que suman ya más de 60 en total) y los donostiarras tienen el ciclismo incrustado en el ADN.
Todo eso ha ayudado a que, según el estudio, se haya incrementado en un 6% el uso diario de la bicicleta respecto a 2012. Una buena noticia que contrasta con otros datos: según el estudio, el 30% de la población soporta niveles de ruido por encima de los aconsejados, algo que precisamente podría combatirse con un mayor empleo de las dos ruedas.
Pero los datos no son suficientes para transmitir el placer que supone cruzar la ciudad en bici: rodar frente al mar junto a las playas de Ondarreta y La Concha o recorrer los barrios en torno al Río Urumea es una experiencia, de verdad, inolvidable. El trabajo de asociaciones como Kalapie o políticos como Odón Elorza ha dejado, sin duda, su huella.