Está claro: entre los mejores recuerdos de cualquier persona siempre tienen cabida los viajes. Un lugar, un trayecto, una anécdota, un paisaje, un almuerzo… Lo cierto es que cualquiera de esas sensaciones se multiplica si, además, va acompañada por una bicicleta. Hoy parece que todo está a nuestro alcance, pero no siempre fue así. Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que viajar en bici era toda una odisea y pocos se atrevían a hacerlo.
Como en todo, también en el cicloturismo hubo pioneros, que fijándose en sus coetáneos europeos abrieron el camino. Cuatro personas en nuestro país acumulan en sus alforjas miles de kilómetros de experiencias, recuerdos y sensaciones, muchas de ellas plasmadas en libros llenos de fotos, mapas y nostalgia. Son Paco Tortosa (Valencia, 1954), Mar Fornés (Valencia, 1960), Albert García (Barcelona, 1960) y Juanjo Alonso (Madrid, 1960), más conocido como Kapitán Pedales. Cuatro personas que no se plantearon si podían o no hacerlo: sólo se subieron al sillín y empezaron a pedalear.
Motivaciones
En los años ochenta, "era muy poquita la gente que hacía cicloturismo en España" recuerda Paco Tortosa. "Yo tenía poco más de 20 años, y en Valencia apenas éramos 40 ciclistas urbanos y 15 cicloviajeros". Tortosa fue uno de los dos autores de España en bici, guía publicada por primera vez en 1984 y considerada por muchos como la biblia de nuestro cicloturismo.
No es para menos: hasta 29 rutas, de entre tres y veinte días, son detalladas en un libro varias veces reeditado y repleto de mapas, trucos, anécdotas y sueños. "En mi caso", rememora Albert García, de la agrupación 'Amics de la Bici', "la culpa fue de aquellas revistas francesas que hablaban de viajar en bicicleta y que yo compraba en los kioscos de Las Ramblas". Mientras se le iluminan los ojos sopesando la importancia del ciclismo en su vida, nos hace pensar en esos músicos virtuosos que, desde su infancia, crecieron rodeados de discos e instrumentos: desde la primera infancia Albert tuvo claro que viviría con pasión todo lo que tuviese que ver con la bici.
Es el camino
Las revistas a las que se refiere hablaban, y era algo excepcional, más del camino que del destino. La sociedad española vivía en pleno boom turístico, obsesionada por el adonde ir y mucho menos preocupada por el cómo: cuánto antes y más rápido se llegaba, mejor. Más que nunca, viajar en bicicleta suponía un cambio de paradigma tan grande que era difícil de explicar.
Ellos, en cambio, descubrieron el placer de viajar despacio. Paco Tortosa, por ejemplo, lo hizo a bordo del Interrail, ese billete creado en 1972 que permitía hacer en tren trayectos por toda Europa por un precio razonable. Desde las ventanas de aquellos vagones, Tortosa empezó a ver a gente que viajaba en bicicleta, tanto por el campo como por las ciudades. "Me resultó asombroso, tanto que tenía que subrayarlo en cada carta o postal que enviaba a mis amigos: Aquí cogen la bici y arrean", escribía sin más.
Al volver a casa, esas imágenes desde el tren no salían de la cabeza de Tortosa, que repetía a sus amigos… ¿Por qué no hacemos lo mismo que hacen en Europa?. Y así fue: de tanto insistir la chispa prendió y, con algunos ciclistas más, emprendieron un viaje inolvidable desde Alcoy a Valencia. Unos 85 kilómetros, más que suficientes para demostrarles que, en efecto, había otra forma de viajar.
"El pedaleo del cicloturista ha de ser sosegado, poético y sensual" (Paco Tortosa, autor de 'España en bici')
María del Mar Fornés también iba en ese grupo, y fue quien escribió con Tortosa esa España en bici. "Después de ese Alcoy-Valencia", sonríe ahora Fornés, "seguimos saliendo con la bicicleta, y completando muchos más viajes. Apuntábamos cada tramo y cada coordenada, fotografiábamos todo y aprovechamos para redactar el libro". Por cierto, en aquellos años "había muchas mujeres que hacían cicloturismo, tantas como hombres" dice, "y aunque algunas lo han ido dejando otras se han incorporado. Yo sigo, cuarenta años después, pedaleando".
La gente
Los ochenta, coloridos y explosivos, también trajeron a España una importantísima novedad: las Mountain Bike. Ruedas de taco, otra ergonomía, aspecto arrollador… Máquinas demasiado fascinantes, revolucionarias y divertidas como para no enamorar a gente como Juanjo Alonso, el Kapitán Pedales, que encontró en ellas una herramienta perfecta para unir sus dos pasiones, la montaña y la bici. "Cuando hice mis primeros viajes por Las Hurdes, en Cáceres", recuerda Alonso, "notabas que la gente se callaba. Era como si vieran a un marciano".
Muchos de esos pueblos ni siquiera contaban con calles asfaltadas o alumbrado. "Al principio llevábamos la tienda o el saco y nos tirábamos en cualquier sitio" dice Albert García, "aunque lo habitual al llegar a una población era pedir asilo para pernoctar".
"Pasábamos la noche donde nos dejaban" confiesa Mar, "y llegamos a dormir en retenes de bomberos, calabozos, parroquias, porches o polideportivos". Alonso recuerda muchas noches "en pajares o cuadras", y García hasta rememora la vez en la que fueron usados para alimentar enemistades entre los vecinos de un pueblo. "Al llegar", cuenta sonriendo, "fuimos al único bar que había para preguntar dónde podíamos acampar con nuestras bicis, y el dueño nos dijo que fuésemos al campo de fútbol. Cuando llegamos no había nada, apenas dos porterías enfrentadas, así que nos instalamos los veinte ciclistas que íbamos. ¡Imagínate cómo nos quedamos cuando, en mitad de la noche y en pleno campo, apareció un señor con un bastón gritándonos que qué hacíamos allí, y queriendo después ir a por su vecino cuando le dijimos que era él el que nos había mandado a ese sitio!".
Fenómenos
Para los habitantes de un pueblo español de los años ochenta, ver llegar a alguien en bicicleta, cargado con alforjas y cien cachivaches colgados de diferentes partes del cuadro era todo un acontecimiento. Tortosa, por ejemplo, recuerda una jornada memorable en el sur, más en concreto en Sierra Morena.
"Ese día había fiesta en el pueblo, porque habíamos llegado 17 cicloturistas valencianos con nuestros sacos de dormir y éramos la gran noticia" sonríe nostálgico. Algo parecido pasaba en los medios: en 1986, cuando sólo existían dos canales de Televisión Española, y entrevistaron a Tortosa y compañía en el programa Pista Libre para hablar del libro España en Bici. "Nos vieron 19 millones de personas" recuerda emocionado. "Viajamos a un pequeño pueblo de la Sierra de Ronda y un niño sentado en un portal gritó al vernos llegar…¡Mira mamá, es Paco Tortosa!".
La libertad
Libertad no es una simple palabra, sino un concepto siempre sin llenar y las letras más repetidas por cada uno de nuestros entrevistados. Un gigantesco armario en nuestro interior, que necesita ser vestido y que vamos forrando pedalada a pedalada. "Éramos muy libres viajando", recuerda Tortosa, "había pocos vehículos a motor, los pueblos eran súper entrañables y podías dormir casi en cualquier lugar".
"Lo mejor era la mezcla de nuestras ganas de viajar, la dificultad de hacerlo y la imaginación que le teníamos que echar", añade Albert García. "Cosas que no se han perdido, porque nunca nos olvidaremos de ellas". En España en bici aparece una frase definitiva: "El pedaleo del cicloturista ha de ser sosegado, poético y sensual". Llegar con tu esfuerzo al destino, montar las tiendas de campaña, hacer una hoguera por las noches, estar todo el día al aire libre… "Era idílico", corrobora Fornés.
"Era viajar sólo con un billete de ida", añade Alonso, "tener la sensación de que te ibas a ver el mundo y no sabías cuando volverías ni la ruta que ibas a coger. Evadirte, desconectar… Ser un privilegiado. Una etapa de locura y aventura total, llegando a sitios que ni conocías y, casi, ni imaginabas".
"¿El futuro? Viajar en bicicleta tiene más futuro que nunca", asegura Mar Fornés. "Y lo tiene por un hecho muy sencillo: es más respetuoso, humano y sostenible que cualquier otra forma de viajar".
Los materiales
Otro de los grandes cambios estriba, por supuesto, en los materiales. Bicicletas de pedaleo asistido, navegadores GPS, alforjas impermeables, ropa especializada… Por aquel entonces, pensar en todo esto era pura ciencia ficción: hasta conseguir unas alforjas o hacerse con un equipamiento adecuado resultaba casi imposible. Albert García asegura que sus primeras alforjas, además de ser de muy mala calidad, se las vendió "gente que las había comprado fuera de España, por lo que al final nos convertimos en verdaderos expertos en buscar y en encontrar productos". "No teníamos alforjas", ríe Tortosa.
"Llevábamos unos equipajes muy rudos que, por ejemplo, comprábamos en Andorra porque aquí no existían. Había que recurrir a la imaginación, y recuerdo cómo montamos de forma bastante rudimentaria una cesta de mimbre encima de las alforjas".