Ciudades

“Se incentiva el coche presentándolo como eficiente y tecnológico, cuando es cada vez más caro y lento” (Pedro Arrojo)

Un visionario. Un luchador. Y, también, una leyenda de la militancia ciclista en España: Pedro Arrojo, fundador del Colectivo Pedalea, acaba de dar una más que interesante charla en La Ciudad de las Bicis de Zaragoza.

Nacido en Madrid en 1951 y criado en Granada, Pedro Arrojo es profesor de la Universidad de Zaragoza, diputado en las Cortes Generales por Zaragoza y, es lo que aquí nos ocupa, activista ciclista. A principios de los años 90 Arrojo fue uno de los impulsores del Colectivo Pedalea, una organización ciclista responsable, entre otras cosas, de promover el uso de la bicicleta en Zaragoza, y desde la que han nacido iniciativas como el Bicicampus.

“Como profesor de economía”, cuenta Arrojo, “entré en el equipo rectora de la Universidad de Zaragoza. Era el clásico profesor melenudo, y entre otras ideas puse en marcha la idea del Bicicampus. Por aquel entonces íbamos a la universidad en bici unas 15 personas, y lo pusimos en marcha por sólo dos millones de pesetas (12.000 euros) de entonces”.

El proceso era así: con la ayuda de la universidad (“una miseria”, dice Arrojo), el ministerio o el ayuntamiento, Bicicampus ayudaba a todo aquel que quisiera adquirir una bicicleta para ir a la universidad. “Le pagábamos el 60% de la bici”, cuenta Arrojo, “con el compromiso de que, durante un curso, la usara un número determinado de veces. Para comprobarlo cada bicicleta tenía una matrícula, y un voluntario comprobaba, cada día, qué bicis estaban aparcadas en el campus”.

Bicicampus logró que la Universidad de Zaragoza pasase de tener 15 ciclistas a 700

No sólo eso: Bicicampus negociaba con los fabricantes para que las rebaja fuera todavía mayor, e incluso pusieron en marcha una red de talleres donde los ciclistas sólo tenían que pagar las piezas: la mano de obra también era financiada por Bicicampus. El resultado fue espectacular: “De 15 ó 20 ciclistas en la universidad”, cuenta Arrojo, “pasamos a unos 700. Tuvieron que hacer aparcabicis para dar cabida a todas esas máquinas. Y no sólo eso: también hacíamos cursos sobre cómo pedalear en la ciudad, o comisiones de trabajo con las que entregamos informes fabulosos, muy exhaustivos, para que el Ayuntamiento supiera dónde podía y debía construir infraestructura ciclista”.

Arrojo, ganador del prestigioso Premio Medioambiental Goldman en 2003 por “impedir que el Plan Hidrológico Nacional construya presas y trasvase los últimos ríos de flujo libre que idean en el país”, terminó precisamente dedicando la mayor parte de sus energías a la economía del agua. “En el mundo existen determinados oráculos que parecen indiscutibles”; explica ahora Arrojo, “y uno de ellos es la economía, la llamada racionalidad economía. Pero intuí que era algo tramposo, que no funcionaba ni en el transporte ni en la gestión del agua. Yo me dejé absorber por el agua. Pero sigo pensando lo mismo respecto al transporte: se incentiva un medio de transporte, el coche, vendiéndolo como eficiente y tecnológico, cuando es todo lo contrario. El coche es cada vez más caro y, encima, moverse en ellos es más lento”.