A diario compramos y desechamos miles de bienes de consumo, con las graves consecuencias que eso tiene para el medio ambiente. También en el mundo de la bicicleta, pese a ser, por definición, un sector mucho más sostenible que otros. Es por ello que, desde Valencia, Sergio Apezteguia se propuso darle una segunda oportunidad a muchas de esas viejas piezas de bicicleta que generalmente acaban en el vertedero y crear una empresa que nos ha cautivado: Oigres.
“Empecé en esto como un hobby, ya que antes trabajaba en un taller de restauración de bicicletas”, cuenta Sergio a Ciclosfera. “Cuando lo dejamos, empecé fabricar mesas con ruedas recicladas. Luego me dio por hacer lámparas, pulseras, llaveros, pendientes… El pasado verano decidí lanzarme a montar la empresa. Dede entonces he ido sacando varios productos hasta convertirlo en una marca que se ha terminado convirtiendo en mi modo de vida”.
Como apasionado de las dos ruedas, Sergio siempre tuvo claro que quería utilizar viejas piezas de bicicleta para sus productos. “La recuperación de producto es clave. Hay mucha gente que no le da importancia, pero para mí es fundamental que un producto no termine por morir. Porque el planeta no da para tanto: el egoísmo del ser humano puede llegar a ser muy grande. Afortunadamente, cada vez más gente está concienciada respecto a este problema”.
Es fundamental que un producto no termine por morir: el planeta no da para tanto
A la hora de trabajar, Sergio tiene claro que cada producto es irrepetible. “No sabría decir cuánto tiempo me lleva elaborar cada uno de ellos”, reconoce. “Evidentemente, no es lo mismo una pulsera que una lámpara, que es una pieza única: no hay otra igual. Cuanto más trabajas un producto mejor se te da y aprendes a trabajar en cadena. Al mismo tiempo, trato de alternar las tareas para que el trabajo no sea monótono”.
El hombre para todo
Y es que si hay algo especialmente meritorio en la labor de Sergio es que absolutamente todo recae en él. Una tarea titánica que, a veces, puede suponer un problema. “Son demasiadas profesiones y no todas se me dan bien: se me da mejor trabajar con las manos que con el ordenador”, bromea. “De cara al futuro tengo pensado que la parte de Internet lo haga alguien más. Porque tengo claro que el futuro de la venta está en Internet. Es algo revolucionario, como en su día lo fue la imprenta: la gente terminará por no tener tiempo y comprar todo a través de la Red”.
El futuro de la venta está en Internet: la gente terminará por no tener tiempo y comprar todo a través de la Red
Por el momento, esos clientes virtuales están respondiendo… y de qué manera. Basta con echar un vistazo a los entusiastas comentarios de compradores satisfechos que inundan su página de Facebook. Quizá el secreto sea el trato personalizado a cada uno de ellos. “Procuro cuidar al detalle todas las fases: desde el momento en que un cliente me manda, por ejemplo, las medidas de su muñeca para que le haga una pulsera hasta el transporte, pasando por la posventa”.
Es precisamente ese trato personalizado lo que los clientes valoran y agradecen. Un sello y una manera de trabajar que, por el momento, le sirve para ganarse la vida. “Justito, eso sí”, reconoce. “Ojalá no existiese el dinero, pero me temo que sin él no podemos vivir”. Y aunque en algunos momentos duros ha pensado en abandonar y volver a un trabajo más estable y seguro, por el momento tiene claro que sus productos gustan, y mucho. “Creo que es cuestión de conseguir una mayor exposición: que más gente los conozca para que la marca pueda ir creciendo y consolidándose”. Le deseamos toda la suerte del mundo: su trabajo bien la merece.