Te proponemos un juego sencillo: mira a tu alrededor. ¿Cuántas personas delgadas ves? ¿Cuántas de ellas dirías que tienen sobrepeso? ¿De cuántas podrías afirmar que son clara e indudablemente obesas? A buen seguro, el número que habrás obtenido al hacer este breve ejercicio es elevado. Y no es algo casual: el sobrepeso afecta al 38,5% de la población española adulta (entre los 25 y los 60 años), mientras que la prevalencia de obesidad es del 14,5%. Los riesgos son conocidos: hipertensión, diabetes, enfermedades coronaria o accidentes cerebrovasculares están relacionados con la obesidad. De hecho, una dieta inadecuada es el factor de riesgo que más problemas causa y es responsable del 21% de las muertes evitables.
Pero, ¿qué es sobrepeso y cuándo hablamos abiertamente de obesidad? La Organización Mundial de la Salud (OMS), la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) y la American Heart Association (AHA) diferencian ambas partiendo del Índice de Masa Corporal (IMC). O, lo que es lo mismo, el peso de una persona en kilogramos dividido por el cuadrado de su talla en metros [peso(kg)/talla(m 2 )]. Si el IMC de una persona adulta se encuentra entre 25 y 30, padece sobrepeso. Si es igual o superior a 30, podemos hablar de obesidad.
Un problema complejo
“Es importante mencionar que esta fórmula no tiene en cuenta el porcentaje y la distribución de la grasa y del músculo de la persona”, advierte Alicia Julibert, Doctora en Nutrición por la Universitat de les Illes Balears (UIB) y responsable del Centro de Nutrición Aleris en Palma. “Tampoco diferencia entre hombres y mujeres, ni según la edad y la etnia. Por tanto, el IMC tiene sus limitaciones y no sería aplicable para todo el mundo”. Y pone un ejemplo: “Una persona que realiza habitualmente un ejercicio intenso puede tener un IMC elevado, pero en su caso no se trataría de sobrepeso sino de masa muscular”.
"La causa de la obesidad es compleja y multifactorial", nos cuenta una experta. "Factores biológicos, conductuales, sociales y ambientales están implicados".
A la hora de citar los factores que provocan la obesidad también hay matices. “La causa de la obesidad es compleja y multifactorial”, explica Alicia. “A menudo se considera que es el resultado de un desequilibrio energético entre un consumo excesivo de calorías y un gasto insuficiente o inadecuado de las mismas, lo que crea un excedente de energía y un estado de balance energético positivo que resulta en un exceso de peso corporal. Sin embargo, tanto los factores biológicos, como la genética, como los conductuales, sociales y ambientales, incluida la ansiedad, el estrés o el consumo de alcohol, también están implicados en el resultado de esta balanza energética. Con un marco tan complejo, el cómo nos comportamos de forma individual está moldeado por la relación con el entorno social”, explica.
El papel de la publicidad
En ese entorno social, la publicidad también juega un papel esencial a la hora de transmitir una imagen distorsionada de lo que somos y, sobre todo, lo que debemos aspirar a ser. Recibimos cada día del orden de 3.000 impactos publicitarios. Vivimos rodeados de anuncios, cuya presencia no ha hecho más que multiplicarse con la llegada de las nuevas tecnologías. Anuncios en los que se nos vende constantemente la idea de que la delgadez es el canon de belleza imperante. El camino para realizarnos como personas y vivir una vida plena pasa, en buena parte, por estar delgados.
No siempre fue así. “A lo largo de la historia el canon de belleza ha cambiado”, cuenta Carmen Lozano, profesora de Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). “Basta estudiar la historia del arte, desde las primeras Venus o la etapa barroca, con Rubens y sus mujeres, para darse cuenta de ello. Durante siglos ha habido muchos periodos de inseguridad alimentaria, por lo que la gordura estaba asociada a las clases sociales altas. En los últimos años eso ha cambiado: ahora, la obesidad y el sobrepeso están asociados a las clases más desfavorecidas, y viceversa”. Una tendencia que parece estar cambiando ligeramente. “Recientemente se han querido exaltar y visibilizar las tallas grandes. Esto, que podría ser considerado un avance por muchos, ha generado más confusión, ya que la obesidad es una epidemia global y no un problema de belleza”, recuerda Lozano.
Padecer obesidad también hace que lo tengamos más difícil a la hora de, por ejemplo, encontrar un empleo. “Los estudios señalan que existe un sesgo claro”, apunta Carmen. “Las personas con una tasa de obesidad más acentuada tienen más problemas para encontrar trabajo. Igual que existe el edadismo -que la OMS define como "los estereotipos, los prejuicios y la discriminación contra las personas debido a su edad- existe la gordofobia. Además, se trata de un sesgo inconsciente y que tenemos mucho más interiorizado que otros, como el que tiene que ver con la orientación sexual o la etnia: sencillamente no somos conscientes de ello”.
Entornos obesogénicos
Pese a tener tan interiorizado ese sesgo inconsciente, quizá deberíamos darnos cuenta de que la realidad tiene poco que ver con lo que nos muestra la pantalla del teléfono móvil. “Lo raro es que estemos delgados”, señala Carmen. “Vivimos en lo que se denominan entornos obesogénicos: todo nuestro entorno social, incluso el diseño las ciudades, está pensado para que tengamos sobrepeso. El espacio está enfocado a los coches. Las aceras cada vez son más reducidas y hay poco espacio para los peatones. Son condiciones que se notan especialmente en los barrios más desfavorecidos, donde a todo ello se le suma, a menudo, la ausencia de instalaciones deportivas, tanto públicas como privadas”, lamenta la profesora de la UNED.
Al mismo tiempo, recuerda Carmen Lozano, existe “una sobreabundancia de alimentos que son cada vez más calóricos y, paradójicamente, también los más baratos”. En su opinión, “sufrimos un bombardeo constante de publicidad alimentaria que, además, es precisamente de esos alimentos. En ese sentido se trata de una pirámide invertida: los alimentos menos recomendados son los que están más publicitados, frente a los más recomendables, como la fruta y la verdura, que como mucho son objeto de campañas institucionales. Además, este tipo de productos menos saludables están colocados estratégicamente en los supermercados para que los compremos más”.
A todo ello se le suma, en opinión de la socióloga, un aspecto clave en nuestra manera de percibir la obesidad: “Se entiende como una cuestión individual o privada: se culpabiliza al ciudadano de estar gordo. Se parte del hecho de que todo el mundo tiene información suficiente como para desarrollar una alimentación saludable, y de que esa información es comprensible, accesible y clara”. Una premisa errónea, según Lozano. “La gente no suele leer la información nutricional ni los ingredientes de los alimentos que compra. Y muchas veces no la lee en el sentido puramente literal: como no lleves las gafas, es muy difícil hacerlo dado el reducido tamaño de la letra. Además, está hecha para que no se entienda. Y por último, cabe citar el mencionado factor económico: se da por hecho que el ciudadano tiene los recursos para acceder a estos alimentos saludables, cuando no siempre es así. En resumen: se ignora la dimensión pública de estos entornos obesogénicos para llevarlo a la esfera de lo privado”.
Gordos, orgullosos y ciclistas
Marley Blonsky, una joven ciclista de Seattle (EEUU), posa frente a la cámara junto a su inseparable bicicleta. Empezó a pedalear en 2014, y ya lo ha hecho en países como Estados Unidos, Canada, México, Francia, Bélgica, Singapur, Hong Kong, Alemania, Holanda y Suecia, nos recita de memoria. Marley no sólo es una ciclista avezada: también está gorda. Y así, con esa palabra, se define abiertamente en su perfil de Instagram. En su blog, Marley habla de ciclismo urbano, de accesorios, de comida y de inclusión, una palabra que considera esencial.
“A menudo, cuando hablamos de ciclistas, pensamos inevitablemente en deporte”, cuenta Marley a Ciclosfera. “Y más concretamente, en hombres delgados enfundados en lycra. Pero la bicicleta es mucho más que un deporte: es, sobre todo, un medio de transporte. Y en ese sentido tenemos que darnos cuenta de que existen todo tipo de ciclistas”, reivindica. No es el único. Chus Blázquez, responsable de la empresa dedicada al cicloturismo Rutas Pangea, coincide con Marley en la importancia de “visibilizar que existen diferentes tipos de cuerpos y dejar clara la diversidad dentro del colectivo”, reflexiona. En su opinión, y al igual que en otros ámbitos como el de la moda, también existen estereotipos de belleza en el mundo de la bicicleta. “El ciclismo se ha convertido en otro producto de consumo, y como tal se ve inmerso en dinámicas que alcanzan otras esferas de la sociedad”, apunta.
“¿Que si me siento incómodo con mi cuerpo? ¡Claro! Cada vez que me toca subir un puerto largo, se notan los kilos”, ríe Chus. “Alguna vez sí que me ha caído un regalito verbal en tono ofensivo, curiosamente más en la ciudad y lanzado siempre desde algún coche. Pero por mi parte me lo tomo con indiferencia: trato de no darle mayor importancia”.
Una vida activa
Insultos como los que cita Chus parecen demostrar que la gordofobia sigue siendo un problema social. “Creo que no debemos olvidar, tampoco, que esos kilos de más también son un problema de salud”, recuerda el responsable de Rutas Pangea. “Nuestra sociedad y, de nuevo, nuestro modelo de consumo, genera dificultades: tenemos muy fácil acceso a comida que nos puede generar problemas, se crean hábitos nocivos desde edades tempranas que posteriormente son difíciles de cambiar”. Chus recuerda una frase de Marcos Vázquez, entrenador y profesor de ciencia del entrenamiento en el Instituto de Ciencias de Nutrición y Salud (ICNS) y un referente en lo que tiene que ver con deporte y salud: “La sociedad es muy tolerante con los entornos poco saludables, pero es muy cruel con las personas que sufren las consecuencias". Por ello, y en opinión de Chus, “tenemos que apostar por promover una vida activa, independientemente de nuestro peso, y la bici nos puede ayudar mucho en ese camino de mantenernos vitales”.
Lo más importante es, pues, animar a todas aquellas personas que puedan sentirse avergonzadas de su cuerpo a liberarse y subirse a una bicicleta sin complejos. “Montamos en bici por muchos motivos, pero creo que lo que más nos aporta la bici es disfrute”, recuerda Chus. “El ejercicio físico nos tiene que hacer disfrutar: no debe ser ningún castigo. Así que no dejes que nadie te ponga limites: si disfrutas montando en bici, hazlo sin que te importe lo que nadie tenga que decir o pensar. Y si no disfrutas, igual es que no has probado una bici o una ruta adecuada para ti”. Para acabar, el responsable de Rutas Pangea recomienda un libro imprescindible: Una historia en bicicleta, de Ron McLarty. “El protagonista, Smithy Ide, es un cuarentón gordo que un día se embarca en un viaje en bicicleta”, cuenta. Apuntado queda.