Nos cruzamos con algunos de sus productos en la Red y, poco después, ya estábamos hablando con ellos. Nos referimos a Moosehorn, empresa creada por un grupo de apasionados de la bicicleta que decidieron convertir su afición en un proyecto empresarial. “Soy un loco del ciclismo”, cuenta Curro Galván, el creador de Moosehorn, “y quería fabricar un manillar de madera para mí. Soy diseñador industrial, estaba en plena tesina de ecodiseño y, tras hacer varios prototipos, vi que podía conseguir lo que buscaba”.
Cuerpo y solera
Los primeros productos de Moosehorn ya son una realidad. Lo es, por ejemplo, la familia bullmoose, una colección de manillares basados en las formas, estructura y contundencia de los cuernos de un alce. Tradición y nuevas tecnologías se mezclan: la primera parte del proceso, el curvado, es puramente artesanal, mientras que cada manillar es después terminado por una máquina de control numérica con la que, a través de un modelo tridimensional, se da forma a un trozo de madera maciza. “Probé varias veces, refiné el proceso y logré lo que pretendía. Lo he usado durante un año en mi propia bicicleta”, cuenta Galván, “y es fascinante ver cómo va envejeciendo, como coge cuerpo y solera con el paso del tiempo ”.
No es muy habitual contemplar este tipo de propuestas, y mucho menos con formas tan originales como las que propone moosehorn. “Siempre me ha gustado la forma de, por ejemplo, algunos manillares de Cinelli, y cuando veíamos las astas de un alce decíamos, en broma, que estaban diseñadas para agarrarse y montar en el animal. El hecho de trabajar con madera es por el tacto que da y para darle a la bicicleta un componente más humano, transformándola en algo todavía más disfrutable y cercano”.
El hecho de que los manillares sean de madera no supone ningún inconveniente respecto a materiales como el aluminio. “Con el laminado la madera tiene la misma resistencia de carga, fatiga o impacto”, cuenta Galván, “y además aporta ventajas. Cualquier golpe o raya es fácil de arreglar, basta con lijarlo y volver a barnizarlo para tenerlo como nuevo o modificar su aspecto”. Galván, además, está muy orgulloso de la sostenibilidad del proyecto. “Siempre quisimos que los moosehorn fuesen ecológicos. Estuvimos probando distintas colas y resinas hasta encontrar una soluble en agua, muy resistente y ecológica”, asegura, y la madera empleada es local. “Nuestro proveedor está en Valencia y usa especies autóctonas: no queremos que corten árboles en Brasil y los traigan. Queremos que todo el proyecto será ‘Kilómetro 0’ y aprovechar la industria local, porque aquí está todo lo que necesitamos”.
Exigencia y pasión
Al preguntarle a Galván sobre referentes aparecen nombres como Campagnolo o Brooks. Su objetivo es crear objetos muy funcionales y atractivos, sencillos pero que te arreglan la vida y, siempre, intentando ser originales pero fijándose en firmas españolas como Dosnoventa o Poloandbike (“que empezaron con cosas pequeñas y ahora son muy potentes”) y desde la exigencia y la pasión.
De momento, ya es posible adquirir sus manillares (disponibles entre 180 y 250 euros dependiendo de la madera empleada) y camisetas (a 25 euros, con certificado de textiles responsables y de algodón orgánico y estampadas a mano con base agua). Después vendrán una serie de accesorios, otros manillares (la línea Axiom, manillares cilíndricos con formas geométricas, basadas en funciones matemáticas lineales) y muchas más ideas más. Todo se venderá a través de su tienda online, aunque los productos moosehorn también estarán presentes en algunas tiendas físicas que serán “parte del proyecto”.