Ciudades

Miguel Silvestre: 19 horas en la frutería familiar en vez de en la Cape Epic de Sudáfrica

Hemos hablado muchas veces con Miguel Silvestre. Sobre sus tiendas, sobre sus iniciativas benéficas o su participación en algunas de las pruebas ciclistas más fascinantes del mundo. Precisamente ahora tendría que haber estado corriendo en la Cape Epic de Sudáfrica. Pero no tomó el avión: eligió quedarse trabajando en la frutería de sus padres para evitar que estos contrajesen el COVID-19. Esta es su historia: más que de bicis, habla de proximidad, solidaridad y, como él dice, arrimar el hombro.

Hace unos días, más concretamente el 15 de marzo, Miguel Silvestre Iniesta tendría que haber tomado parte de la salida de la Cape Epic, una fascinante carrera en la que, durante ocho días, los participantes recorren 647 kilómetros y algunos de los más increíbles parajes de Sudáfrica, uno de los países más bellos del mundo.

“Ahora la única duda: ¿rígida o doble?” Esa era la gran pregunta que, en su perfil de Instagram, Silvestre se hacía. La duda, muy pronto, se transformó en una certeza: su lugar no era pedaleando a miles de kilómetros de distancia sino mucho más cerca. En un escenario, desde luego, mucho menos exótico, pero donde le necesitaban más: en su barrio. Y, más en concreto, en la frutería de sus padres. Como tantas otras, el COVID-19 lo había trastornado todo.

“En teoría tenía que volar a Sudáfrica. Pero preferí cancelarlo todo. Mis padres son mayores y no queríamos que pasasen por esto”

“En teoría tenía que volar a Sudáfrica”, nos cuenta ahora, con la voz cansada, Silvestre, “pero visto el panorama preferí cancelarlo todo. Mis padres son mayores, y decidimos que lo mejor era que se quedasen en casa y no tuviesen que pasar por todo esto, por la tensión y los picos de trabajo que estamos viviendo. Así que aquí estoy, haciendo lo que puedo: la gente no quiere salir de casa, y es lo que deben hacer, así que no damos abasto haciendo envíos a domicilio y dando todo tipo de servicios. Estamos siendo muy estrictos con las medidas sanitarias, y no queremos que la gente venga. Atención telefónica y entrega en cada casa, para reducir riesgos”.

Miguel Silvestre Iniesta.
Miguel Silvestre Iniesta.

La frutería Hermanos Silvestre, en el centro de Madrid (más en concreto en la calle de Felipe Campos, 11) cumplirá 50 años dentro de unos meses. Uno más en la lista de casi infinitos negocios que atravesaban todo tipo de dificultades, en gran parte por la competencia de las grandes superficies y los nuevos hábitos de consumo. Hasta que, hace poco más de una semana, todo cambió. “Sí: de un día para otro el mundo ha cambiado”, confirma Silvestre. “El negocio de barrio era algo denostado, algo en lo que la gente no se paraba a pensar. Y, ahora, y con respeto a todo el mundo, nos hemos convertido en los que permiten que la gente tenga alimentos de primera necesidad”.

Silvestre lleva mucho tiempo siendo uno de los referentes de la bicicleta en Madrid. Durante años fue el responsable de Retrocycle, que tuvo varios locales en el centro de la ciudad. Ha participado en innumerables pruebas, organizado eventos como la GAES Pilgrim Race o la Épica GAES Atacama o colaborado en innumerables iniciativas benéficas. Siempre, claro, en torno a la bicicleta. Pero ahora toca aparcarla: “Además de fruta, nos llaman mujeres de ochenta años pidiéndonos que les llevemos el pan, que vayamos a la farmacia… Y les decimos que sí. Mis padres son ya mayores, y de la vieja escuela. Querían seguir trabajando. Pero, como hijo, era el momento de animarme, y ser el responsable de que el negocio siga funcionando”.

“Trabajamos desde las dos de la mañana, cogiendo la fruta en Mercamadrid, hasta las nueve de la noche”

Aunque sea el negocio familiar, Silvestre nunca había trabajado en la frutería. “Desde que era muy pequeño me pasaba media vida aquí, yendo del colegio a la frutería y, después, a casa. ¡La cantidad de kilómetros que habré hecho por el barrio pedaleando! Es mi barrio: en el edificio de al lado abrí mi primera tienda, hace más de diez años”. Un panorama muy distinto al que tiene ahora: “Trabajo desde las dos de la mañana, cuando voy a Mercamadrid a por la fruta, hasta las nueve de la noche, que cerramos y recogemos. Y, en todas esas horas, apenas paramos”. ¿Y la bici? “Tenemos una pequeña cargo bike, con la que podemos transportar unos 40 kilos. Pero, por desgracia, no podemos usarla para todo: muchas salidas son para envíos muy grandes, así que tenemos que recurrir a una furgoneta. Pero lo tengo claro: en cuanto pase todo esto, intentaremos hacerlo todo a pedaladas”. ¿Harán lo mismo tantos y tantos pequeños negocios? ¿Es esta crisis una oportunidad para dar a conocer y consolidar la ciclologística? “Lo que vivimos es una desgracia”, reconoce, “pero es cierto que también es una oportunidad. Muchos pequeños negocios no podrán contratar servicios externos para los envíos, y probablemente tampoco comprar una furgoneta. Ahora es el momento de levantar estos negocios. De hacer una atención personalizada. De tratar directamente con los clientes, de que vuelvan a confiar en nosotros, de poder llegar a todas partes. Y, para eso, la bici es imbatible. Tenemos que concienciarnos con el medio ambiente y con la gente. Volver a los orígenes, comprar en la tienda de proximidad. Valorar palabras como barrio, tendero o vecinos. Porque son los que, ahora, más nos van a ayudar”.

Miguel Silvestre Iniesta.
Miguel Silvestre Iniesta.

Por supuesto hay que preguntarle a Silvestre por el trato que están recibiendo muchos ciclistas, sospechosos de pedalear por ocio o deporte y no, simplemente, porque su bicicleta es su medio de transporte. “Yo soy ciclista… pero también tengo amigos policías y ciclistas. Y, como suele decirse, creo que la policía no es tonta. Si eres bicimensajero, si trabajas de repartidor o estás yendo a trabajar, creo que la policía se da cuenta. El 90% de los policías actuales hacen deporte, y saben distinguir una cosa de la otra. Pero tengo que decir que no pasa solo con los ciclistas: he visto a gente paseando al perro corriendo, con mallas. Creo que no es momento de saltarse las normas. Salir a la calle no es alegre: en Madrid lo que más se ve son ambulancias o coches fúnebres. Pisar el centro es como aterrizar en Abre los ojos, de Amenábar: Madrid se ha quedado vacía. Pero insisto: esta crisis cambiará cosas. Traerá muchas cosas malas, horribles, pero también buenas”.

“Veníamos de la desunión, de la crispación. Creo que ahora estamos más dispuestos a ayudarnos. Esto es un dominó: si cae una ficha, caen muchas detrás”

Como, por ejemplo… ¿un mayor uso de la bici? ¿Una concienciación respecto al sedentarismo, la contaminación, un estilo de vida lleno de prisas y egoísmo? “Puede ser… Ahora mismo, creo que mucha gente estará fantaseando con lo maravilloso que sería salir a dar una vuelta en bici. Por desgracia, a veces, tienen que venir desgracias así para cambiar las cosas. Veníamos de una época muy extraña, de desunión y crispación. Creo que ahora estamos más dispuestos a ayudarnos. Todos dependemos de todos. Esto es un dominó: si se cae una ficha, se caen muchas detrás. Es duro, es triste, pero nos humanizará. La tecnología es muy importante, pero todavía lo son más las personas”.

Momento, pues, de mirar al de al lado, y aparcar de momento tantos y tantos planes ciclistas. “Sí, está claro: el trabajo de todo un año se ha ido por la borda. Tantas horas preparando cosas, buscando patrocinadores, explicando cosas… Todo cancelado. Pero es una cuestión de conciencia social: toca atender otras cosas. Y, después, recuperaremos la alegría. Saldremos a la calle. Viviremos un cambio económico. Será duro, por supuesto, pero creo que se comprarán menos coches. Que comeremos más verdura en vez de tanta hamburguesa. Sabremos cuánto podemos echarnos de menos. Viene un cambio de paradigma, de modelo. ¿Y sabes lo que más me jode? Que muchos de los que han luchado por construir todo esto, los que lo levantaron todo y nos hicieron salir adelante, ahora están muriendo. Muchos de esa generación se están yendo. Y lo están haciendo solos, y sin poder despedirse”.