La historia del ciclismo está marcada por la rivalidad y la superación de contratiempos. En el año 1900, un juez parisino obligó al periódico francés* L’Auto-Vélo* a cambiar su nombre por el más que evidente parecido con su rival directo, Le Vélo, y a quedarse únicamente con L’Auto. Para diferenciarse de aquel, impreso en verde, sus páginas serían de color amarillo. Poco tiempo después, aquel periódico (que 40 años después pasaría a denominarse L’Equipe) ponía en marcha el Tour de Francia, cuyo jersey más icónico habría de ser, por una mera cuestión de patrocinio, del mismo color que las hojas del periódico.
Existen pocas prendas más legendarias e íntimamente ligadas a la historia de un deporte como el maillot. Los amantes del ciclismo lo saben, y es por ello que se cuentan por centenares y en todo el planeta los coleccionistas que sienten auténtica predilección por ellos. Porque los maillots son mucho más que una prenda: encarnan el sacrificio de uno de los deportes más duros que existen. El esfuerzo que nunca termina. La sangre, el sudor y las lágrimas tras cada pedalada. Y, por si fuera poco, cada uno de ellos esconde una historia y es un fiel reflejo de un pasado que, para bien o para mal, ya nunca volverá.
De locura
“Sí, es posible que los coleccionistas de maillots seamos auténticos locos”, reconoce David Martín, “porque hay que tener mucha pasión por el ciclismo para invertir el tiempo que invertimos en buscar estas prendas”. Martín es el dueño de una de las más imponentes colecciones de maillots de España, parte de la cual se expuso en la pasada edición de la feria Unibike, y cuenta con unos 300 de todas las épocas, tanto de ciclistas profesionales como amateurs.
Localizar los mejores maillots y conseguirlos es todo un arte
Como el propio ciclismo, localizar los mejores maillots y conseguirlos es todo un arte. En la mayoría de las ocasiones, Martín se los pide directamente a los ciclistas, pero otras muchas veces son ellos los que se los facilitan. “Saben que van a estar bien guardados, viajando de exposición en exposición”, explica. Y de paso, ayudando a perpetuar y agrandar su leyenda. ¿Comprarlos? “Pocas veces”, apunta. “Si acaso, alguno extranjero que sea difícil de conseguir”.
Entre toda esa pasión, ¿con cuál de sus maillots se queda? “Siempre es difícil destacar uno entre tantos. Para mucha gente el mejor que tengo es un Molteni de Eddy Merckx. Para otros, los de Indurain. Para otros, los de Contador. Yo los considero a todos especiales, porque cada uno tiene una historia o anécdota que contar. Por ejemplo… Purito me dijo que tuvo guardado uno para mí, un año, en una maleta sin lavarlo. Cuando fue a enviármelo me llamó y me preguntó, “David, ¿te lavo el maillot?” Le dije que no. ¡Mejor sucio! Se partía de la risa”.
La más grande
Si lo de David Martín es pura pasión por los maillots, lo de Noël Gregoire es auténtica devoción. Noël vive en la localidad belga de Roeselare, donde su colección de maillots, la más grande del mundo, se expone en un museo, el Wielermuseum, dedicado a la historia del ciclismo y fundado por él mismo.
“Mi amor por este deporte comenzó hace mucho tiempo, en 1969”, recuerda Noël. “Tenía 10 años y mi padre me llevó a ver la etapa del Tour que pasaba por delante de casa. ¡Allí estaba Eddy Merckx, corriendo su primer Tour! Quedé completamente fascinado por el ambiente, así que empecé a coleccionar cartas firmadas por los campeones. Un tiempo después, en 1986, me pregunté: ¿por qué no crear en Bélgica, país con una gran tradición ciclista, un museo dedicado a la historia del ciclismo?”. Dicho y hecho: lo que comenzó en 1997 en su propia casa pasó, en 2004, a transformarse en un museo en toda regla, que contó con el apoyo entusiasta de las autoridades locales.
“Su historia, sus anécdotas, sus dramas, la épica, sus campeones… Todo lo que rodea a los maillots es muy excitante”
Preguntar a alguien como Nöel qué es lo que más le gusta del ciclismo es tarea compleja, porque le entusiasma absolutamente todo lo que tiene que ver con las dos ruedas. “Su historia, sus anécdotas, sus dramas, la épica, sus campeones… Todo es muy excitante. Creo que tenemos que respetar y admirar a las distintas generaciones de todos estos grandes atletas”.
Pedazos de historia
Una cosa está clara: los maillots van más allá de la prenda en sí. “Reflejan a la perfección cómo el deporte ha cambiado, tanto desde el punto de vista técnico como del social”, apunta Chris Sidwells, autor del libro Maillots ciclistas, diseños míticos llenos de arte e historia, que vio la luz el pasado mes de octubre de la mano de la editorial Libros de Ruta.
En opinión de Sidwells, “hasta hace relativamente poco, quizá hasta los años 90, el ciclismo era un deporte de la clase trabajadora desde el punto de vista de los competidores y de los propios fans, por lo que los sponsors eran fundamentalmente fabricantes de bicicletas y marcas que consumía la clase trabajadora. Además, los sponsors tendían a enfocar sus objetivos en el mercado local, por lo que los equipos españoles se centraban en las carreras españolas, por ejemplo. Hoy en día los ciclistas tienen seguidores procedentes de todas las capas sociales, y el ciclismo es más internacional, por lo que atrae a compañías multinacionales. Algo que se refleja a la perfección, a lo largo de la historia, en los maillots”.
Hay algo especialmente mágico en los maillots. Algo que difícilmente se puede describir con palabras. Es la sensación de enfundarse uno, subirse a la bicicleta y sentir que, en el fondo, cualquier de nosotros puede emular a los más grandes ciclistas de la historia. “Los mejores maillots son ejemplos perfectos de cómo mezclar diseño y funcionalidad”, explica Sidwells. “Y algunos son auténticas obras de arte”, añade: “de los antiguos me quedo con los Bianchi, Faema y Flandria, mientras que de los más recientes me quedo con Quick Step y Once, junto a los actuales de Astana y Cannondale”.