Cultura ciclista

Lisa Bartali, la herencia del héroe

El año que viene se cumplirán veinte años de la muerte de Gino Bartali. Recuperamos, de la mano de su nieta Lisa, la historia del campeón italiano de ciclismo que salvó la vida de centenares de judíos durante la II Guerra Mundial.

Dueña de una belleza casi mágica, Florencia puede presumir de ser una de las ciudades más hermosas del mundo. También, por supuesto, es una de las más visitadas: cada año pasean por sus calles más de 12 millones de turistas, que admiran el arte y la historia que supura cada uno de sus rincones y monumentos: el Duomo de Santa Maria del Fiore, la galería de los Uffizi, el Ponte Vecchio, la Piazza della Repubblica…

En uno de los distritos bañados por las aguas del Arno, el omnipresente río de la capital de la Toscana, vive una joven diseñadora de moda llamada Lisa Bartali. Y sí: si su apellido nos resulta familiar es porque, desde su nacimiento, su vida está estrechamente ligada a la historia del ciclismo. Lisa Bartali es nieta del inolvidable Gino Bartali (1914-2000), una de las figuras clave del deporte de las dos ruedas y ganador de dos Tours de Francia (1938 y 1948), tres Giros de Italia (1936, 1937 y 1947) y nueve clásicas.

Tiempos difíciles

“El primer recuerdo que viene a mi cabeza de mi abuelo es estar sentado junto a él viendo el Giro”, cuenta Lisa a Ciclosfera. “Él me transmitió su pasión por la bici de manera completamente espontánea, y me enseñó a montar en bicicleta en los parques públicos de la ciudad. En el fondo era como todos los demás abuelos: fue mucho más tarde, cuando yo ya era una adolescente, cuando me di cuenta de que, además, era un famoso campeón, querido en todos los rincones del país”.

“Era como todos los demás abuelos.Más tarde me di cuenta de que era querido en todos los rincones del país”

Pero la grandeza de Bartali, nacido en el seno de una familia humilde de agricultores toscanos, no se circunscribe a su extraordinario poderío sobre la bicicleta. En tiempos de auge del fascismo, Il Ginettaccio, como le apodaron sus contemporáneos, eligió pedalear contracorriente. Cuando se impuso en el Tour de 1938, Gino recibió infinidad de presiones para dedicar su victoria a Benito Mussolini, Il Duce, ávido de demostrar la superioridad italiana en aras del prestigio fascista. Él se negó, pese a lo que no pudo evitar ser utilizado frecuentemente en la propaganda del régimen.

Lisa Bartali, en el museo dedicado a su abuelo.
Lisa Bartali, en el museo dedicado a su abuelo.

Poco después, con el estallido de la II Guerra Mundial, Bartali tomó una decisión aún más valiente: transportar clandestinamente en su bicicleta, mientras entrenaba, documentos falsificados para ayudar a centenares de judíos a librarse de una muerte segura. Visados, documentos de identidad, pasaportes y toda clase de salvoconductos eran escondidos entre el cuadro y el manillar de su montura, surcando las carreteras de media Italia. Miles de kilómetros en los que, con frecuencia, era detenido e interrogado por la policía, cuyos estrictos controles esquivaba hábilmente pidiendo que no tocaran una bicicleta que había sido calibrada al milímetro para maximizar su rendimiento. Un heroico Tour de Force con premio: se calcula que Bartali salvó la vida a unas 800 personas con sus periplos a pedales.

“Él tenía una máxima: las cosas son buenas sin necesidad de que se hable de ellas. Al hacerlo, pierden su valor”

“Mi abuelo era un hombre amable, tranquilo y tímido”, recuerda muchos años después Lisa. “Pero, al mismo tiempo, era franco y con un carácter algo rocoso. Disfrutaba rememorando sus hazañas deportivas, pero siempre evitaba hablar sobre asuntos privados, políticos y familiares”. Esa introspección fue la responsable de que, hasta después de su muerte, prácticamente nadie conociera sus heroicas aventuras. Un secreto que le podía haber reportado la admiración de millones de personas y que, sin embargo, Gino decidió llevarse a la tumba.

Modestia y discreción

“Él tenía una máxima, que puso en práctica durante toda su vida: las cosas son buenas sin necesidad de que se hable de ellas. Porque, al hacerlo, pierden su valor”, explica Lisa. “Por eso jamás contó nada a nadie, ni siquiera a su propia familia, sobre sus misiones secretas durante la II Guerra Mundial. Ante todo quiso ser una persona modesta y genuina. Era un hombre reservado, humilde y fuerte: por eso su estatus, de símbolo internacional y famoso héroe, se ajusta poco a la que era su verdadera personalidad”.

Lisa, de niña junto a su abuelo Gino.
Lisa, de niña junto a su abuelo Gino.

Pese a ese carácter retraído, es seguro que Gino estaría orgulloso hoy en día de su nieta. Lisa Bartali mantiene viva la llama del ciclismo a través de un blog, Biciclettami, que se ha convertido en una referencia para los amantes del ciclismo urbano. “Es un espacio dedicado a la bicicleta en el que se mezclan arte, cultura e historias de todo tipo”, explica. “Nació hace dos años con un único objetivo: el de transmitir el amor por la bici que heredé de mi abuelo”. En Biciclettami se alternan dos secciones: Two wheels one story, un diario de viaje urbanos, restauración de bicicletas vintage y entrevistas a tiendas de bicicletas, y Retrato de familia, específicamente centrada en honrar la memoria de Gino.

El museo de la memoria

Esta memoria no sólo se plasma en el ámbito virtual, sino también en el real. Porque, en el número 177 de la Vía Ciantigniana de Ponte a Ema, una pedanía cercana a Florencia, se levanta el Museo Gino Bartali, un pequeño edificio con aires de vieja biblioteca en el que se muestran algunos de los viejos recuerdos del inolvidable campeón: maillots descoloridos, oxidadas bicicletas y todo un arsenal de imágenes y vídeos rememorando sus hazañas.

Lisa Bartali: la pasión por la bici viene de serie.
Lisa Bartali: la pasión por la bici viene de serie.

“Por desgracia”, lamenta Lisa, “hay mucha gente que desconoce la existencia de este lugar. Creo que desde las instituciones públicas se le debería dar un poco más de promoción, de cara a que más aficionados puedan conocer de primera mano la historia de mi abuelo”. Al recordar la figura de Gino Bartali, es imposible que no aflore la nostalgia de aquel ciclismo clásico: “Aquello era un auténtico desafío”, reflexiona Lisa. “Recorrían centenares de kilómetros con bicicletas rudimentarias, ayudados por mecánicos al límite de la extenuación. Una aventura portentosa, algo sólo al alcance de un pequeño puñado de hombres capaces de soportarlo casi todo tanto a nivel físico como mental. ¿Que qué opinaría mi abuelo del ciclismo actual? Bueno… él solía decir que era ciclismo para estudiantes. ¡Genio y figura!”

[Este reportaje forma parte de la edición impresa de Ciclosfera #29. Lee el número completo aquí]