“No había visto a mi hija reír desde que entró en el hospital”. La frase de una madre, pronunciada casi entre lágrimas, describe la magia del momento vivido en el jardín del hospital 12 de Octubre de Madrid. Varios niños del centro recibían una serie de triciclos exclusivos con gotero incorporado: la solución perfecta para afrontar una situación complicada rebosantes de optimismo.
La idea surgió tiempo atrás, y de forma fortuita. Sol Otero, dueña de la tienda de bicicletas más antigua de Madrid, Ciclos Otero, acudió a una inauguración en el hospital. “Empecé a ver cómo subían a los niños en sillas de ruedas, e incluso en las camas, siempre con el gotero a cuestas. Les daban gorras, globos… Pero todos tenían una cara de pena terrible”, recuerda. “Llegué muy triste a casa: se me caía el alma. Pero, como a tantos otros problemas, pensé que quizá la bici sería la solución, y se me ocurrió hacer un triciclo con un portador de goteo”.
Pero una cosa es tener una idea y otra, hacerla realidad. “Fue complicado”, reconoce Otero, “pero dimos con unos torneros maravillosos, Rasede, con los que habíamos trabajado. Son tres hermanos, tienen niños pequeños y aman la bicicleta, por lo que trabajaron muy duro e hicieron un primer prototipo precioso. Hacen encargos muy complicados, como plataformas submarinas, pero me confesaron que esto era una de las cosas más complejas que habían hecho nunca”.
Espíritu artesano
Para que el sueño de los triciclos con gotero, rebautizado como Kiciclos, terminase de fraguar, hizo falta la entrada en escena de otro actor, la fundación Juegaterapia, que tomó el testigo del proyecto. Era necesaria una patente, el proceso de fabricación exigía costes muy elevados (eran pocas unidades, y hechas a mano), pero lograron reunir el dinero necesario gracias, entre otros, al piloto de Fórmula 1 Carlos Sainz Jr, y pequeños inversores, empresas y colegios. Hasta un niño decidió que todo el dinero de los regalos de su comunión se destinara a comprar un Kiciclo.
Con semejantes ejemplos de solidaridad y empatía, la entrega de las primeras unidades fue una montaña rusa de emociones. “Fue un día muy especial, una auténtica locura”, recuerda Otero sonriendo. Fue entonces cuando aquella madre le dirigió las palabras con las que arranca este reportaje: “No había visto a mi hija reír desde que entró en el hospital”. Todo había merecido la pena.
En movimiento
“Ahora tenemos 17 triciclos repartidos por distintos hospitales de España”, cuenta Lourdes Amayas, responsable de comunicación de Juegaterapia, “y están arrasando. El día que llevamos uno al hospital de La Paz, para hacer un reportaje, no hubo manera de sacarlo”. Como siempre, las pedaladas son la mejor terapía: “Los niños se suben a ellos inmediatamente”, asegura Amayas. “Es la mejor manera de satisfacer su tremenda necesidad de moverse, porque por desgracia han pasado mucho tiempo sin poder hacerlo”. Un movimiento y, por extensión, un disfrute fundamental para su recuperación física y psicológica. “Pedalear les ayuda a ejercitar la musculatura”, cuenta Amayas, “a mover el tracto intestinal… Es fundamental que, en la medida de sus posibilidades, hagan ejercicio”.
Foto: Juegaterapia.
María Pascau, enfermera de Pediatría del Hospital de la Paz, conoce bien los Kiciclos. “Los niños pueden recibir clases de tenis o baloncesto, pero sólo una vez a la semana. Los triciclos, sin embargo, están disponibles a todas horas”, cuenta. “El ejercicio físico que el niño realiza supone un gran beneficio psicológico, e impide la pérdida de masa muscular causada por la falta de ejercicio asociada al ingreso, ayuda a que controle los movimientos de sus músculos, contribuye al equilibrio, la coordinación, el control postural, la orientación espacial y otros aspectos fundamentales para el su correcto desarrollo madurativo”.
¿Algo más? Sí, algo vital: los triciclos son vitamina pura para su autoestima. “Cuando aparece una enfermedad grave en la infancia o la adolescencia”, explica Pascau, “puede afectar irreversiblemente al desarrollo psicoafectivo y emocional del niño. Eso nos obliga a cuidar, con mimo, todos los aspectos que le permitan vivir una infancia plena. Un detalle como estos triciclos puede marcar la diferencia”.
[Este artículo forma parte de la edición impresa del número 25 de Ciclosfera. Lee el número completo aquí]