En la ciudad de Whitehorse, en el Yukón (Canadá), uno no puede evitar detenerse ante una inmensa cúpula geodésica (poliedro generado a partir de un icosaedro o un dodecaedro) construida con llantas de bicicleta. Su autor, el artista y mecánico local Philippe LeBlond, acumuló ruedas viejas y rotas en el taller en el que trabajaba para levantar esta inmensa escultura, de cinco metros de diámetro, en su jardín.
Desde 2004, LeBlond vive fascinado por estructuras que desafían al espacio, pero que también se integran en él con naturalidad. No recuerda qué le inspiró a crearlas, pero quizá fueran las cúpulas geodésicas del estadounidense Buckminster Fuller las que lo condujeran hasta este proyecto tan singular.
“Me gusta que la gente las interprete libremente”, explica LeBlond. “Unos las conciben como un espacio donde vivir; otros, como una metáfora donde la tecnología rodea o aprisiona a la naturaleza”, explica el artista que ha decidido dejar un abedul en la cúpula y ver qué relación se establece entre ambos.
Rozando la perfección
Estos domos geodésicos están muy ligados a la llamada ‘geometría sagrada’, presente en estructuras religiosas como catedrales, templos o mezquitas y de fuerte significado simbólico. Con sus múltiples radios las llantas dejan pasar la luz creando un maravillosa perspectiva apreciable desde el interior y el exterior, y al estar ensambladas en forma de triángulo y con cables de plástico las cúpulas son muy resistentes.
Conocido en su barrio como “el tipo de las cúpulas”, LeBlond utiliza y recicla todo tipo de materiales para construir veletas, tapices o ingeniosos aparcabicis. Además, colabora con BYTE, organización que promueve actividades para jóvenes como el proyecto Purple Bike, una iniciativa de reciclaje y alquiler donde LeBlonde arreglar y transforma viejas máquinas para fomentar la movilidad.