“Un encuentro casual era lo menos casual de nuestras vidas”. De eso, del caos, el azar y las presuntas coincidencias, escribía Julio Cortazar en la incomparable novela (o antinovela) Rayuela. También de eso sabe algo Dean Nicholson, un tatuado y barbudo gigantón escocés que, en invierno de 2018, pedaleaba por las montañas de Bosnia-Herzegovina. Mientras subía y bajaba por las nevadas cuestas de los Alpes Dináricos, Nicholson le buscaba un sentido a la vida. Pero encontró otra cosa: el maullido de una gata de apenas unos días. “Estaba abandonada en medio de ninguna parte”, recuerda ahora Nicholson a Ciclosfera. “Pensé que era una locura llevarla conmigo… Así que decidí hacerlo”.
La aventura de Dean había arrancado tres meses antes, en septiembre, en su localidad natal: Dunbar. Un pequeño pueblo a media hora en tren de Edimburgo, famoso por sus playas, puertos y un destartalado castillo. Unas ruinas que, con perdón, también se divisaban en la vida de nuestro protagonista: “Acababa de cumplir treinta años”, nos explica, “y necesitaba lanzarme a una aventura vital. Sentía que era el momento de hacerlo, que había llegado la hora de escapar de mi rutina, de trabajar todos los días de nueve de la mañana a cinco de la tarde. No podía seguir haciendo lo mismo cada día, todos los días”.
Fue así como, sobre una Trek de segunda mano, Nicholson se lanzó a rodar. Con lo que no contaba era con, miles de kilómetros después, cruzarse con una gata. Algo que no solo cambió el sentido del viaje sino que, incluso, se transformó en el epicentro del mismo. “Nala lo cambió todo”, reconoce. “Ahora el viaje, mi viaje, va sobre ella. Sobre cómo hacer que se sienta segura, y feliz”.
La vida desde la cesta
¿Cómo vive Nala un viaje en bicicleta? “Es simple”, cuenta Nicholson: “Le encanta sentarse en la parte frontal de la cesta y ver el mundo pasar”. “Los gatos son curiosos por naturaleza”, explica, “así que está en su salsa. A veces, cuando no estamos moviéndonos, mala se suba a la cesta y comienza a maullar. Como diciendo… ¡Vamos, volvamos a la carretera! ¡Quiero seguir viendo cosas!”.
Si hay un lugar que disfruta Nala, aparte de la propia bicicleta, es la playa. Dicen que a los gatos no les suele gustar el agua, pero en el caso de Nala, está claro que no hablamos de una gata cualquiera. “Puede pasarse horas jugando al borde del mar y viendo romper las olas”, explica su compañero. Cuando cae la noche, buscan refugio en lugares abandonados, “a ser posible en mitad de la naturaleza. A Nala le gusta la tranquilidad, y es feliz durmiendo en cualquier parte: simplemente, se sube a mi pecho y se echa a dormir”.
Aunque hay muchos países en los que los gatos son venerados, en pocos es posible encontrar tantos felinos como en Turquía. La hermosa Estambul es, de hecho, una de las ciudades con más gatos por metro cuadrado, y ese ha sido precisamente el lugar que más gratamente ha impresionado a Dean. “La hospitalidad de los turcos me pareció increíble”, recuerda. Y, aunque aún no han visitado España, el joven escocés no tiene dudas sobre qué le parecería nuestro país: “Nos encantará. Estoy seguro de que Nala será muy feliz allí”.
El mundo de Nala
Dean ha recogido sus aventura en un libro, Nala’s world, que se puede comprar a través de la página web 1bike1world.com. Una vez más, las redes sociales fueron el detonante: hablamos de una cuenta que, solo en Instagram, reúne la friolera de más de 862.000 seguidores. “Mucha de esa gente me hacía preguntas”, recuerda Nicholson, “así que pensé que sería una buena idea recoger todas esas dudas, y sus respectivas respuestas, en un libro. Además, quería ahondar en los detalles y motivos que me llevaron a iniciar este viaje. Ahora, en perspectiva, solo puedo decir que me alegro mucho de haberlo escrito, porque la reacción de la gente ha sido muy positiva”. Por cierto, y aunque periódicamente le pregunten en las redes, todavía no tiene previsto publicar una edición en español.
Surcando ya un otoño repleto de incertidumbres, el invierno y 2021 se acercan. En estos momentos Dean y Nala están en Austria, pero ya han puesto rumbo sur para pasar los meses más fríos del año en la cálida Grecia. A buen seguro, y siempre que sigan en movimiento, Nala estará feliz. También lo estará Dean. Al fin y al cabo, ambos saben que han encontrado al mejor compañero de viaje. “No tengo ninguna intención de parar de viajar: todavía queda mucho mundo por descubrir”, concluye Dean. Y está claro: si en algún momento sus piernas o ánimo decaen… ¡Ahí estará Nala para maullar desde la cesta exigiendo avanzar unos cuantos kilómetros más!
Este reportaje forma parte de la edición impresa de Ciclosfera #33. Lee el número completo aquí