Ciudades

Gante: ciudad de bicicletas

Carmocha nos cuenta por qué el ciclismo urbano en la ciudad belga no para de crecer. ¿Quieres escribir en Ciclosfera? Hazlo en nuestra sección Embajadores.

Cuando el destino te lleva a vivir a una ciudad cómo Gante uno no puede más que sentirse agradecido. Y no es solamente por la formidable belleza que encierra está ciudad medieval de Bélgica, sino por su amor por la bicicleta y el respeto al ciclista.

“Cuando una ciudad es tomada por las bicicletas, se nota, porque la urbe se comporta como un organismo vivo”

Cuando una ciudad es tomada por las bicicletas, se nota. La urbe se comporta como un organismo vivo: lo que fluye por sus calles es su sangre, y cuando por su sangre se ven más bicis que coches, cambia totalmente al conjunto de la ciudad. La gente sonríe más, hay menos ruido de motor y se respira mejor. Es como inyectar un torrente de vitaminas en el flujo sanguíneo. Y Gante está tomada por las bicicletas.

Yo vivo aquí. Aunque siempre fui un enamorado de la bicicleta, el ciclismo urbano no era mi forma favorita de pedaleo. Lo mío era más el cicloturismo de alforjas. Al llegar me tuve que convertir, no había remedio: pasaría a formar parte de ese torrente bicicletero que fluía por las calles de la ciudad.

Pero vamos a lo que hacen especial a Gante y a lo que la convierten en un referente de ciudad amigable para la bicicleta. Aquello que hace que los usuarios a dos ruedas se multipliquen espontáneamente.

Red de carriles bici. Aquí los carriles bicis son muchos y son buenos. Son anchos, están bien diseñados y perfectamente integrados con la red de tráfico de la ciudad.

Normas de tráfico favorecedoras. Una de las cosas más curiosas que encontramos aquí es que, al contrario de lo que sucede en otros países, hay muchas calles donde a la bicicleta sí se le permite ir en dirección prohibida. Encontraremos un cartel con la palabra “uitgezonderd” bajo las clásicas señales de prohibido que indican que la bicicleta puede obviar esta prohibición.

La bicicleta y el tren. Aquí las bicicletas no viajan gratis como en Francia: hay que pagar un suplemento de 5 euros. Eso sí, tienen su sitio en un vagón específico para ellas.

Topografía amigable. Gante es una ciudad bastante llana. A pesar de que encontramos algunas cuestas en algunas zonas, es mayoritariamente plana. Esto ayuda a implantar el uso de la bicicleta como medio favorito de transporte.

Parkings de bicicletas. En Gante está uno de los aparcamientos de bicicletas más grandes de Bélgica. Junto a la estación de tren hay un inmenso aparcamiento subterráneo vigilado por cámaras con miles de bicicletas. Hay otros distribuidos por otras zonas de la ciudad, y algunos incluso tienen bombas para hinchar la bicicleta y baños. Además, son gratuitos.

Donde no llega el coche, llega la bici. Al ser una ciudad con un gran centro histórico protegido, hay muchos lugares donde el coche ha sido totalmente desterrado. No así la bicicleta, a la que se permite acceder a todos los rincones de la ciudad, incluso a las zonas eminentemente peatonales.

Cuestión de cultura. Aunque el clima belga es por lo general lluvioso y frío, eso no impide que cada día las calles se llenen de bicicletas. Ya sea lloviendo o nevando, la gente sigue subiéndose a su bici para ir a trabajar, a la universidad o a hacer sus compras.

Cuestión de respeto. La bicicleta es la reina del baile. El conductor la respeta: están muy acostumbrados a conducir con bicicletas por todos lados y tienen bastante cuidado. Si vas delante y no pueden pasar, se esperan. Y si pueden, te ceden el paso. Como ellos mismos son, o han sido ciclistas, son conscientes de lo que eso significa.

Gante es, pues, otra ciudad más en la que fijarse y aprender. Aún queda mucho que hacer y las buenas referencias como ésta siempre son un buen espejo en el que mirarse.