El reto de la Vía Verde de Ojos Negros es inexistente para cualquier ciclista: se trata de un camino fácil, asfaltado en su mayor parte (eso dice la web oficial. Ahora hablaremos de ello) y que, poco después de un puerto que casi no puede considerarse tal (según los expertos), comienza a descender suavemente hasta Sagunto, nuestro destino. Dificultad: moderada. En bicicleta eléctrica, menos aún, evidentemente. Pero, ¿qué ocurre si esa bici es urbana, pequeña y tiene una autonomía de 40 km aproximadamente? Mejor aún: ¿y si quien está tras el manillar no cuenta con experiencia sobre dos ruedas eléctricas… o de cualquier otro tipo?
Empieza el experimento
Mi primer contacto con la Flebi Supra es positivo, a pesar de que necesito ayuda para sacar sus 16,5 kg del maletero (no obstante, mi compañero de fatigas me dice que es ligera para ser eléctrica). Se “desdobla” (operación fascinante, pues hasta hace un momento ocupaba poco más que una caja de fruta), se adapta a mi tamaño XS y me voy familiarizando con ella en el punto de inicio de nuestra ruta, no muy lejos de Teruel; en Cella concretamente. La vía es un camino amplio, asfaltado aquí con cierta decencia y, aunque este tramo se comparte con vehículos motorizados, no hay ninguno a la vista.
El display para leer los datos (velocidad, nivel de carga, asistencia, kilómetros recorridos) es sencillo y su manejo, también: puedes pedir más o menos “ayuda” a la batería (hay seis niveles) o modificar el menú tocando un par de botones. Esta operación no obliga a quitar las manos del manillar en ningún momento.
Con las “pilas” al máximo de su capacidad, debería recorrer unos 40-45 kilómetros con un nivel medio de asistencia. Si necesitas la asistencia más alta continuamente, la cifra bajará, como es lógico, así que me inclino por una estrategia conservadora. Esto obedece a dos razones; primera, la orografía sólo tiene ligeras subidas, perfectamente asequibles… hasta para mí. Si no me apetece sudar, nivel dos o tres y listo. Segunda, en el nivel cuatro ya me parece que esta Flebi marcha con una velocidad y ligereza considerables, más que suficientes dada mi inexperiencia. Por suerte, se aprende muy pronto a jugar con la asistencia y con el cambio Shimano Nexus de tres marchas para que, combinados, te den lo que pidas. De momento, prefiero notar que no se me “desboca”.
“Me gusta viajar relajada y tranquila, atravesando algún pueblo y en contacto con la naturaleza”
En principio, parece que mi plan da resultado. Me gusta esta forma de viajar, relajada y tranquila, a unos 18-20 km/h, según el velocímetro, atravesando algún que otro pueblo y en contacto directo con la naturaleza. Sólo podría pedir…
- Que el camino estuviera siempre asfaltado o mostrase la zahorra compacta de la que hablan en la web. En muchas zonas aparece una gravilla que no nos gusta nada ni a la Flebi Supra 2.o ni a mí. Como las ruedas son pequeñas, cualquier movimiento más o menos brusco sobre el manillar provoca una reacción “nerviosilla”. En todo caso soy plenamente consciente de que se trata de una bici puramente urbana. Pero teniéndolo presente, la puedes sacar de la ciudad sin problemas.
- Que el marcador de la batería no hubiera indicado dos tercios y, de repente, todo se apagase: la “pila” de la Supra se había agotado sin avisar. Por lo visto fue un fallo de la unidad de pruebas.
Durante este episodio, otros cicloturistas se pararon para ver si necesitábamos ayuda. Casi todos se interesaron por la Flebi, preguntando por su autonomía y la “aventura” de completar una ruta con ella. Se fijan especialmente en las ruedas de 16”, tan pequeñas comparadas con las impresionantes 29” de sus mountain bike… A pesar de su tamaño, las cubiertas de la Supra (Schwalbe Marathon antipinchazos, de serie) inspiran confianza gracias a su robustez: agarran bien y son resistentes.
El “apagón” me obliga a manejar de forma convencional el peso de la bicicleta durante los últimos diez kilómetros de los 50 totales que realizamos durante esta media jornada. Ahora sí echo de menos la suavidad de marcha, la falta de esfuerzo y hasta los niveles cinco y seis. Ya en el hotel, la Flebi, bien plegadita, se sube conmigo a la habitación y descansa a los pies de la cama mientras se recarga.
Excursión (casi) nocturna
Aprovechando que los días son largos, salimos al pueblo de al lado a cenar. Hay que realizar unos cuatro kilómetros por carretera y en un descenso pronunciado aplico los frenos “con fe”. La Supra responde. En la subida, ya de vuelta… nivel cuatro y a toda mecha. Y sin el mínimo esfuerzo, oiga. La Flebi, recuperada, se porta como una campeona.
Está claro que tiene ganas de más y al día siguiente completamos otros 80 km. Esta vez es todo más sencillo: conozco mejor sus reacciones y, para no jugármela, la recargo durante la comida. Avanzamos más rápido que ayer, ayudados por la bajada hacia Sagunto, que comienza poco después de comer.
Bicicleta ¿urbana?
Lo primero que hacemos al llegar a la ciudad es buscar un carril bici que nos lleve hasta la playa. Se nota que la Supra está en su terreno: se mueve ligera sobre el asfalto y cemento en buen estado, las reacciones son más naturales, no hay que luchar con ella para sujetarla. Ya no es nerviosa, sino viva, ágil.
Todavía guarda un as bajo la manga, pues en el tren de vuelta, mientras los demás desmontan sus bicis de montaña, empaquetándolas con el fin de que ocupen lo menos posible, la Flebi se pliega con dos movimientos y entra en el vagón con soltura. Está muy cómoda en el transporte colectivo. Y aun así, esta urbanita se ha arriesgado a mancharse de polvo y ha cubierto los kilómetros realizados en la Vía Verde sin echarse las manos a la cabeza. Mi primera excursión en bicicleta eléctrica me deja con ganas de más. La Supra ha estado a la altura. Tendré que seguir practicando…
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