Vivimos días extraños. Buena parte del planeta se encuentra atenazado por el miedo a la extensión descontrolada del COVID19, el coronavirus, y las autoridades sanitarias emiten instrucciones que pueden cambiar en cuestión de horas. Cada vez más zonas de España afrontan una situación insólita: los centros educativos, desde Primaria hasta la Universidad, cerrarán durante dos semanas. Los actos culturales o de cualquier índole que congreguen a más de 1.000 personas quedan automáticamente cancelados, y los más pequeños habrán de reducir su aforo a un tercio. Asimismo, todos los eventos deportivos habrán de disputarse a puerta cerrada. Y lo que queda…
El mundo sigue girando, y mucha gente sigue necesitando desplazarse de un lugar a otro
El mundo, sin embargo, sigue girando. Y la gente sigue necesitando desplazarse de un lugar a otro. Ante esa realidad, son muchos los que se preguntan cuál es la mejor manera de hacerlo para evitar un hipotético contagio. Parece obvio que el más perjudicado en una situación de alarma colectiva como la actual es el transporte público. La inevitable cercanía a otros viajeros. La posibilidad de que una tos que genere inquietud. Las dudas sobre apoyar o no la mano en las escaleras mecánicas o las barras del autobús. Estén o no justificadas las reservas de muchos a utilizar el autobús, el metro o el tren, el miedo sigue resultando el más peligroso de los virus.
Pero, ¿existen datos sobre cuál es exactamente el riesgo que corremos si utilizamos determinados medios de transporte? La respuesta es sí. Un estudio llevado a cabo en 2018 por el National Library of Medicine de EEUU analizó cómo se contagia la gripe entre los usuarios del transporte público de Londres llegó a conclusiones interesantes. Entre otras, los investigadores descubrieron que “existe una correlación clara entre el uso del transporte público y la propagación de la gripe”. En otros estudios se ha analizado esa misma incidencia, pero en los vehículos privados. Y estos tampoco se libran. Según otro estudio realizado por el mismo organismo, existe entre un 59 y un 99% de riesgo de contagio en un viaje de 90 minutos con una persona que tenga la gripe. Ambos estudios apuntaron algo más. Quizá, lo más interesante: el transporte en bicicleta está exento de riesgos en el 100% de los casos.
El transporte en bicicleta está exento de riesgos al 100%
Esa evidencia es la que ha llevado, precisamente, a las autoridades de varias ciudades y países a recomendar a sus compatriotas el uso de la bicicleta como la mejor alternativa de transporte. El alcalde de Nueva York, Bill De Blasio, ha compartido una serie de consejos en Twitter para combatir la extensión del coronavirus en la ciudad. Entre otras cosas, De Blasio ha pedido a los habitantes de la Gran Manzana que, si tienen opción de desplazarse “a pie o en bicicleta”, que por favor lo hagan. Una petición similar ha hecho el ministro de Sanidad alemán, Jens Spahn, que ha recordado que moverse a pedales reduce significativamente el riesgo de contagio.
Más pedales, mejores defensas
Pero hay más. Dure lo que dure la crisis del coronavirus (esperamos que poco), la realidad es que moverse en bicicleta tiene beneficios claros para el sistema inmunitario. Según un estudio realizado por la Universidad de Birmingham, de cuyas conclusiones se hizo eco hace dos años el diario británico The Guardian, el ciclismo puede ralentizar los efectos del envejecimiento y rejuvenecer el sistema inmunitario.
La clave está en el timo, el sistema linfoide primario especializado del sistema inmunitario. El timo produce células inmunes llamadas células T, que normalmente comienza a reducirse a partir de los 20 años. Sin embargo, los investigadores descubrieron que los timos de ciclistas mayores generaban tantas células T como las de los jóvenes.
Dicho lo cual, y dadas las circunstancias, llamamos a todos los ciudadanos a la responsabilidad. Y esta, en caso de tener que desplazarse de un lugar a otro pasa por hacerlo, mejor, en bicicleta. Como siempre.