Su mecanismo es sencillo: el dispositivo se instala en la bicicleta y, gracias a un depósito de tiza y pigmentos ecológicos, el ciclista va pintando el suelo a medida que avanza. Similar a la estela que deja un avión (no en vano, Contrail significa estela en inglés), las líneas se desvanecen con el tiempo y la lluvia.
El dispositivo alberga unos 200 gramos de tiza, suficientes para cubrir unos 30 km. Más allá de su función lúdica y creativa, Contrail pretende invitar a la reflexión sobre el uso de los espacios públicos, así como reivindicar rutas seguras y carriles bici a través de una cartografía espontánea que indique, por ejemplo, rutas a los colegios o paseos organizados.
Reivindicando la calle
Diseñado por la empresa de innovación social ULICU, orientada a construir comunidades sostenibles a través de eventos relacionados con el arte y diseño públicos, Contrail ha superado con éxito su paso por la plataforma de crowdfunding Kickstarter. “Queremos que sea una herramienta para desarrollar una verdadera comunidad ciclista.”, explican desde ULICU, “dejando una marca única que contribuya a hacer de las calles un espacio de participación colectiva, compartido y seguro para los ciclistas”.