A favor
Seamos realistas: al menos a corto y medio plazo nuestras ciudades no estarán libres de coches. Por eso, todas las innovaciones tecnológicas que contribuyan a que los ciclistas y peatones nos movamos con mayor seguridad serán bienvenidas. El poderoso lobby del automóvil lleva años investigando en esta dirección, y los coches autónomos son el mejor campo de pruebas. Llegará un día en que pedaleemos entre máquinas sin conductor y, por tanto, sin los problemas asociados a que muchos ciudadanos incivicos se pongan al volante: estrés, velocidad excesiva, atropellos, amenazas, errores. Será, sin dudas, un escenario urbano mejor para los ciclistas y, por extensión, para todos.
En contra
En lugar de replantearnos nuestra forma de movernos y, por extensión, nuestra forma de vivir, el coche autónomo aspira a perpetuar el ‘cochecentrismo’, transformando el vehículo propio en algo aún más adictivo y egoísta. Los automovilistas podrán delegar por completo su movilidad, añadiendo a la pereza física la vagancia mental y convirtiendo el vehículo, cómo no, en otro espacio de frívolo abandono mental. El coche autónomo no aspira a reducir la cifra de pesadísimas y contaminantes moles de metal sino que sueña con multiplicarlas hasta el infinito, maquillando todos sus nefastos problemas y, desde luego, transportándonos un poco más hacia un futuro de despreocupación, egocentrismo e irresponsabilidad.