Que nada te detenga. Y, sobre todo, que nada haga que dejes de pedalear. Ese parece ser el lema de Dorothy Deans, una ciclista de 83 años de Solana Beach, una ciudad del condado de San Diego (California, EEUU) que a pesar de estar aquejada de ceguera desde los 74 no ha perdido sus ganas de montar en bici. Tampoco su sonrisa.
Y es que esta monja retirada es un ejemplo de positividad como pocos. Al quedarse ciega, su determinación le llevó a investigar acerca de todas las tecnologías y técnicas posibles para seguir adelante con su vida. Acudió a campamentos especiales para ciegos en los que saltó en paracaídas o recorrió bosques tupidos, además de ampliar enormemente su círculo de amigos.
Ahora, nueve años después, se ha unido al Blind Stokers Club. Un grupo de aficionados al ciclismo fundado en 2007 que invita a los invidentes a r*odar en tándem* acompañados de una persona que hace de guía y a la que bautizan como “capitán”.
“Desde que perdí la vista mi vida ha sido muy divertida: pensé que me levantaría llorando cada día, pero nunca lo hice”, ha declarado Deans, en unas palabras que ha recogido el diario local San Diego Union Tribune.
Cuatro o cinco días a la semana, Dorothy nada una milla (algo más de un kilómetro y medio) en una piscina cercana a su vivienda. La cantidad de kilómetros recorridos en bicicleta tampoco se queda corta, dada su edad: de 20 a 60 millas (32 a 96 kilómetros). Un ejemplo de superación y optimismo del que tomar buena nota.