Todo lo sigue es verdad, salvo alguna cosilla (en aras del humor y las licencias literarias).
Sí amigos. No les parecerá nada raro hoy día en Madrid, si les digo que uso la bici como medio de transporte. Ni tampoco si lo disfruto con esa sonrisilla estúpida que se nos pone a los que nos desplazamos por automoción frente al rictus tenso y amargo de los que eligen vehículos a motor. Y no presumiré diciendo que lo hago desde hace 20 años. Madrid debió ser en los 80 un enjambre de bicis, a juzgar por cuanta gente dice ahora que la usaba entonces. Yo soy más bien de floración tardía, no cumplo los 50 y no hace mucho que la uso para hacer cada vez más actividades.
Tardío sí, pero convencido también. Y tanto me gustó cuando empecé a usarla en la ciudad, que decidí comprarme una bici plegable para no exponerme a la odiosa moda del robo de bicis en Madrid o a cargar con una cadena de 20 kilos para atarla al mobiliario urbano y que se la lleve el agradable servicio de grúa municipal. Muy contento con esa maravilla a la que cede su nombre una iglesia londinense, les aseguro que he entrado con ella plegada en multitud de lugares y dejándola en consigna con frecuencia: en esa tienda de tecnología que no es para tontos; en la sacrosanta Casa donde viven los libros; en un mercado muy Hiper; en otro mercado casi francés pero Express; ¡en varias consultas de dentistas!; en algún restaurante … Por no hablar de organismos públicos y privados, con o sin arco de seguridad y hasta asisto al lugar de mis consultas médicas en mi bici, y, con frecuencia al Hospital 12 de octubre. En ninguno de ellos he molestado a nadie debido a su pequeño tamaño y mi enorme cuidado, y no he despertado otra cosa que simpatías, miradas envidiosas y lo que querían ser jocosos comentarios sobre el plegado del juguetito. Eso sí, también he comprobado que la inmensa mayoría de la población reconoce que “yo también debería usarla, pero…”
Tan satisfecho estoy en la idea de que reduzco contaminantes a la atmósfera, no quemo combustibles fósiles y mantengo mi salud óptima sin hacer ruido ni ocupar mucho espacio en la calzada (y un poco contribuyo a la salud de los demás) que hoy me dirigía a la consulta de, ¡atención chicos!, nuestro amigo el Urólogo en el Ambulatorio de Orcasitas, Madrid. Iba tan feliz como puede estarse ante tan inquietante cita pese al lugar donde iba, cuando un “Caballero, con bici no puede pasar” me detuvo momentáneamente en la entrada. “Ya lo sé, amable guardián de la seguridad -le espeté hasta sonriendo- voy a plegarla”. “Pues no, ni plegada puede entrar”. “No me diga eso, que he entrado en … (bah, los sitios que menciono más arriba) y en ningún lugar me pusieron trabas”. “No, si -dijo en clara actitud de duda y con sincero pesar-, decirle esto me parece absurdo y estoy en contra. De hecho pedí que me lo dieran por escrito y me dijeron que no hay norma, que eso es cosa de aquí. Aquí no se entra ni en bici plegable. Puede dejarla ahí en la puerta o …” Por si los lectores lo ignoran, Orcasitas es un barrio residencial superseguro, sin apenas delincuencia y muy patrullado por varias policías. Pese al paro, la pobreza, la marginalidad y el abandono de las autoridades, en el barrio hay un gran desarrollo de la I+D, en concreto la tecnología para el robo de bicis se ha multiplicado por 10.000 en los últimos meses, alcanzando la velocidad de crucero en robos seguros de 7″ de media. Como seguramente tardaría algo más de esos 7″ en mi cita médica, no me convenció e intenté convencerle yo de que no molestaría, que el bulto era pequeño y que tardaría muy poco. Le convencí de pleno pero me dijo “ni plegada puede entrar. Aquí no se entra”.
Siguió una amigable conversación sobre lo absurdo de que si vengo en coche y aparco en doble fila, no me puede decir nada; de los bultos que lleva la gente mucho más grande que mi bici; de que si llevara la bici dentro de un carrito de la compra o envuelta podría entrar; de potenciar o no el trasporte sostenible en actos cotidianos… Mientras tanto, tuvo que permitir la entrada a: una señora con carrito de la compra lleno; un cochecito de niño semiplegable semiplegado; un niño con un juguete grande (muy grande) que llevaba su madre; un señor que se parecía a Tom Jones con un paquete enorme (digo un paquete envuelto, no su propio paquete, en el que no me fijé); un chaval con un móvil de 82″ y un abuelete simpático con sobrepeso que ocupaba lo que seis Bromptons. Y yo allí en la entrada con mi plegable, como diría Javier Krahe, como un gilipollas.
Lo importante es que se trata de una medida arbitraria, no regulada por normativas y producto de la opinión de una persona que dirige un centro público y que debe ser prima de la actual Directora General de Trabajo, a juzgar por tener la misma obsesión contra las dos ruedas que ella. Mi discreción, a la altura de la ayuda comprensiva del guardia y al que no delataré, me impide decir qué ayuda recibí de quién no me permitió la entrada para que pudiera acudir a mi cita médica. Tras conseguir que el urólogo…, digamos que profundizara unilateralmente en nuestra amistad y después se echara un pitillito, he decidido no volver a verle si tengo que ir en coche. Además, he descubierto que mi cardiólogo es muchísimo más guapo que él.
Resulta paradójico y un poco triste que se dificulte y penalice de este modo tan absurdo el uso de la bici en nuestras ciudades. Además, considero que es discriminatorio no permitir la entrada con un bulto que no interfiere ni molesta a nadie porque se trate de una bici y no se obre igual ante maletas, bolsas, carritos de bebé, carros de la compra, cochecitos, … Invito, como el amable y comprensivo guardia de seguridad hizo conmigo (parece que esos términos no son contradictorios, como yo creía hasta ayer) incluso facilitándome el impreso (¿recuerdan? no me dejaba entrar al recinto) a poner sugerencias / quejas / reclamaciones ante las instancias oportunas, como yo hice. Sólo expresando nuestra peticiones o quejas de forma correcta parece que se consiguen las cosas.
Y no olviden los pesimistas, lo que está pasando en España: ¡parece finalmente que se va a poder!
Les mantendré informado de la respuesta.