Si preguntáramos aleatoriamente a diez melómanos que, además, fueran aficionados al ciclismo por una canción que sirviera de banda sonora universal para la bicicleta, más de la mitad de ellos citarían, seguro, la inolvidable Bicycle Race de Queen. Al fin y al cabo, pocas melodías con una letra centrada en el mundo de los pedales generan tanto consenso como aquella lanzada por primera vez el 13 de octubre de 1978, e interpretada por la inolvidable banda formada por Freddie Mercury, Brian May, Roger Taylor y John Deacon (hoy de plena actualidad tras el estreno en cines de la aclamada Bohemian Rhapsody).
Compuesta en solitario por el propio Mercury (a diferencia de muchos otros éxitos de Queen, en los que compartió autoría con el resto de sus miembros),* Bicycle Race* fue el primer y exitoso single de Jazz, séptimo álbum del grupo. También sería a la postre la canción más recordada del disco junto a Don’t Stop Me Now, piezas mayores de un disco diferente en el Queen hizo gala de una mayor variedad estilística que en sus trabajos anteriores, pasando con facilidad pasmosa del hard rock al pop, la ópera o los sonidos de influencia árabe, y en el que por primera vez grabaron fuera de Inglaterra. En concreto, en la localidad suiza de Montreux, a 25 kilómetros de Lausanne, donde a partir de entonces volverían con asiduidad para inmortalizar muchos de sus éxitos posteriores.
Fue en medio de aquel viaje a Suiza donde Mercury encontró la inspiración para Bicycle Race. Viajando por carreteras francesas, la furgoneta de la banda se cruzó con la comitiva del Tour de Francia: pese a no ser grandes aficionados al ciclismo, no dudaron en detenerse a presenciar tal espectáculo. No es sorprendente: era 1978 y la ronda gala estaba en uno de sus momentos históricos, cuando concluido el indiscutible reinado de Eddie Merckx el no menos legendario Bernard Hinault sumaba el primero de sus cinco triunfos en la general. Un cambio de era.
All I wanna do is…
La vibrante experiencia impactó a Mercury, que nada más llegar al hotel se puso a escribir las primeras líneas de Bicycle Race en uno de esos arrebatos de incontinencia creativa que a veces sobresaltan a los genios. De su pluma empezaron a brotar toda una serie de referencias a la iconografía pop de la época (Star Wars, Superman, Frankenstein, la cocaína o John Wayne), intercaladas con referencias al momento político (Vietnam o Watergate) o, incluso, a la religión. Todo, enmarcado en una oda al sencillo placer de montar en bicicleta para olvidarse de los problemas.
Pero si por algo se hizo célebre Bicycle Race, aparte de por ser una gran canción, fue por su controvertido videoclip. Para su grabación, la banda contrató a 65 mujeres para que pedalearan en el Wimbledon Greyhound de Londres, el que fuera el último canódromo de la capital británica, clausurado el pasado 2017. ¿Y el problema? ninguno… salvo porque las 65 mujeres estaban desnudas. Algo completamente escandaloso para los sectores más conservadores de la sociedad inglesa y estadounidense de entonces, y motivo suficiente como para que las partes más explícitas del vídeo fueron censuradas. No sólo eso: la fotografía de aquella jornada, que acompañaba a la edición del disco, fue eliminada en su versión americana, y hasta la empresa que había alquilado las bicicletas se negó a recibirlas de vuelta alegando que su uso había sido poco higiénico.
Nada de eso mermó el éxito de Bicycle Race. Más bien al contrario: la canción fue un éxito absoluto de ventas, alcanzando los puestos 11 y 24 en las listas del Reino Unido y EEUU, respectivamente. Mención especial merece la buena acogida que tuvo en otro país ciclista por excelencia, Holanda, y en una Francia enloquecida con el Tour. En ambos países llegó al séptimo puesto de las listas de singles más vendidos. Había nacido un himno que hoy, en día, seguimos oyendo en cualquier masa crítica que se precie, o lo que es lo mismo cada vez que alguien quiere ponerle música a nuestro adorado ciclismo.