Se está extendiendo en las últimas semanas la idea de que la bicicleta es un modo de transporte ideal para luchar contra la pandemia del coronavirus, lo que unido a sus innegables ventajas medioambientales y para la salud la convierte en el vehículo idóneo para el post-cornavirus en España. Son muchos los ayuntamientos que están experimentando con medidas de “urbanismo táctico”, consistente en ocupar, a base de pintura, espacios en la calzada para uso peatonal y ciclista. También desde los ministerios de sanidad, transición ecológica e incluso desde interior se lanzan proclamas a favor de la bicicleta. ¿Hay pues razones para el optimismo?
La verdad es que me asaltan serias dudas acerca de la permanencia de estas medidas de urbanismo táctico una vez se acabe el estado de alarma y el confinamiento, y me parece difícil que vayan a durar más allá del primer atasco. Su propia provisionalidad aboga a favor de ello. Además veo signos preocupantes que apuntan en esa dirección.
“Me asaltan serias dudas acerca de la permanencia de estas medidas de urbanismo táctico una vez se acabe el estado de alarma”
Para empezar, los mismos técnicos y políticos que ahora cantan las alabanzas de la bicicleta son los que, al comienzo de la crisis del coronavirus, cerraron todos los sistemas de bicicletas públicas de España, y muchos de ellos no los han reabierto todavía. Esto es algo que solo pasó en nuestro país: en ningún otro lugar del mundo ocurrió algo parecido, ni siquiera en Italia o en China. En otros, como en Francia, muchos ayuntamientos (ej. París) no solo no han cerrado sus sistemas de bicicletas públicas, sino que han anunciado su gratuidad mientras dure el confinamiento. En España, en cambio, parece que la mayoría de los ayuntamientos no debe tener tan clara la utilidad de la bicicleta como modo de transporte urbano dado que cerraron sus sistemas de bikesharing y muchos no los han reabierto todavía.
Otro síntoma que me preocupa es la creciente presencia de todo tipo de vehículos eléctricos en las vías ciclistas. Ayer mismo participé en un encuentro online organizado por la Red de Ciudades por la Bicicleta y puede comprobar cómo, para la mayoría de técnicos municipales y de la DGT, un patinete eléctrico es lo mismo que una bicicleta o incluso menos. Hay una práctica unanimidad (con la única excepción de Sevilla) en legislar la circulación de esos vehículos por los carriles bici sin límite de potencia alguno, así que en el futuro cercano vamos a ver (en realidad lo estamos viendo ya) vehículos de miles de watios circulando por las vías ciclistas, junto a niños y personas mayores que a duras penas desarrollan cien watios (diez veces menos) sobre sus bicicletas.
“Para la mayoría de técnicos municipales y de la DGT, un patinete eléctrico es lo mismo que una bicicleta”
Este consenso se completa con otro consenso paralelo acerca de prohibir la circulación de estos vehículos eléctricos por la calzada ordinaria limitada a 50 km/h. Así que la idea generalizada es que hay que ubicar a estos vehículos fuera de la calzada y dentro de las vías ciclistas. No parece que ello contribuya mucho a los anunciados proyectos de “quitar espacio al coche”. Más bien lo contrario: se trata de no quitar espacio al coche y de ubicar estos nuevos vehículos, cuyo potencial para hacer más sostenible la movilidad urbana nadie niega, en los escasos espacios que tenemos para circular en bici con seguridad, sin tocar para nada a los espacios hoy dominados por el automóvil.
“La mayoría de las proclamas a favor de la bicicleta se basan en conceptos bastante débiles”
No estoy hablando de algo que vaya a suceder en un futuro lejano, sino de algo que está sucediendo ya en España y que lleva años sucediendo en China, donde en algunas ciudades, como Shanghái, más de la mitad de los vehículos que circulan por las vías ciclistas son pequeños ciclomotores eléctricos que allí llaman e-bikes.
En definitiva, que tengo serias dudas acerca de la efectividad de muchas de las proclamas a favor de la bicicleta que se están lanzando desde el gobierno de España y desde los ayuntamientos. No dudo de que en la mayoría de los casos son sinceras, pero me parece que se basan en unos conceptos bastante débiles acerca del verdadero valor y de la singularidad de la bicicleta como vehículo urbano, a la vez sostenible y saludable. Lo que se completa con su demostrada incapacidad para contrarrestar el poder del lobby del automóvil a la hora de defender y conservar su espacio en la ciudad, no solo frente a ciclistas o peatones, sino frente a cualquier otro “intruso”, como sería el caso de los nuevos vehículos de micro-movilidad eléctrica.