Aunque sea vagamente y nubladas por la lejanía de la niñez, cualquier persona nacida antes de 1980 recordará melodías imperecederas de Me estoy volviendo loco o* No tengo tiempo.* Canciones simples pero tan pegadizas e imborrables como un tatuaje. Si además uno es aficionado al ciclismo ese recuerdo conlleva, seguro, tardes primaverales frente al televisor, las pedaladas de nombres históricos como Ángel Arroyo o Marino Lejarreta y los colores de equipos como el Kelme, el Reynolds o el Teka.
El halo de visionarios acompañó al grupo durante toda su carrera
Corría 1982. Bandas como New Order, The Cure o Depeche Mode seducían a decenas de miles de jóvenes en el Reino Unido. Parecía improbable que un dúo original de Cartagena, afincado en Madrid, aspirara a algo parecido, pero así era: plagado de sintetizadores, secuenciadores y vocoders, moderno a rabiar y pionero en estas latitudes, el sonido enarbolado por Azul y Negro empezaba a balbucear. Un grupo imprevisible, rodeado por un halo de visionarios que les acompañaría durante toda su carrera. No en vano, ellos fueron los primeros en hacer una grabación digital en España, en 1983, y publicarla en CD, cuando casi nadie sabía a qué respondían aquellas dos letras por estas latitudes.
Carlos García-Vaso, fundador y mitad de Azul y Negro, recuerda esos años con nostalgia desde su casa de Madrid. “Me movía en el mundo del rock, había grabado guitarras para el primer disco de Mecano y tenía varias bandas. En una grabación con Luis Cobos, Julián Ruiz me habló de la música electrónica…. ¿Tienes idea de la movida que se está fraguando?, me preguntó. ¡El mundo de la tecnología y los sintetizadores viene muy fuerte!” Aunque asegura ser una persona muy abierta, García-Vaso reconoce, más allá de nombres como Tangerine Dream o Kraftwerk, no estar “muy puesto” en ese tipo de música. “Pero Ruiz me empezó a poner música que no se había editado aquí, trabajé en varias maquetas y, poco a poco, empecé a potenciar más mi parte electrónica”. Fue encintes cuando contactó con Joaquín Montoya, un pianista a quien conocía de Cartagena, y grabaron en un cassette un par de temas: No controlo nada y La Torre de Madrid. “A Julián le gustaron mucho”, explica, “y Fonogram nos propuso grabar nuestro primer disco, La edad de los colores, que salió en 1981”.
El éxito inesperado
Pero si Azul y Negro es ahora un grupo de culto es, sin duda, por lo que sucedió después. Cuando el disco llevaba dos meses en la calle, con una repercusión modesta, la compañía se enteró de que Televisión Española convocaba un concurso público para seleccionar, por primera vez, la canción de un grupo español como banda sonora de La Vuelta de 1982. Y así se fraguó el primer éxito incontestable de Azul y Negro: Me estoy volviendo loco. “Fue la primera y única vez que se ha compuesto un tema específicamente para la Vuelta”, recuerda Carlos. “Empezando por el ritmo frenético de la canción, que emulaba la cadencia del pedaleo, a los resoplidos posteriores, todo estaba pensado para ella. En un principio, incluso, no tenía letra: fue Julián Ruiz quien, en el estudio, propuso añadir una frase con gancho”.
El éxito fue tan rotundo como inesperado, hasta el punto de que pilló con el pie cambiado a la banda y hasta a la compañía. “La gente se volvió loca”, ríe Carlos en alusión al título del hit, “todo el mundo iba a las tiendas de discos preguntando por la canción esa de los ciclistas”. El problema era que la canción no formaba parte de ningún disco, por lo que Fonogram decidió retirar La edad de los colores y relanzarlo con Me estoy volviendo loco como primer tema. “En esos dos meses”, lamenta Carlos, “desapareció parte del interés. Por eso La edad de los colores no llegó a ser disco de oro”.
Pero la experiencia es un grado y, al año siguiente y visto el impacto de la edición anterior, la Vuelta volvió a contar con Azul y Negro para crear la sintonía de la ronda de 1983: No tengo tiempo/Con los dedos de una mano. El tema, por supuesto, era el principal reclamo de un nuevo disco, Digital, que arrasó haciéndose con el ansiado Disco de Oro. Paradójicamente, ese mismo año los alemanes Kraftwerk hicieron algo similar con su single Tour de France, y García-Vaso no duda de que la inspiración vino de lo sucedido en España. “Recibieron la noticia de lo que estaba pasando aquí”, afirma, “y decidieron copiar la estrategia”.
“¿Que si teníamos relación con el mundo de la bicicleta? ¡Ninguna!”, reconoce el músico entre risas. “Eso sí, desde entonces nos convertimos en grandes aficionados y no nos perdimos ninguna edición de la Vuelta. Al fin y al cabo, nuestro tema se había convertido en el gran himno del ciclismo en España”, recuerda con orgullo. A sabiendas de ello, la Vuelta volvió a llamar a Azul y Negro para, diez años después, volver a pedirles un tema para la carrera: sería en 1993, con* Two pa’ka.*
Sintonías ‘quedonas’
La popularidad del dúo no se limitó a España. Otra de sus obras,* The Night,* fue durante años la sintonía de uno de los más populares telediarios de Argentina, por lo que son pocos los habitantes de ese país que no están enormemente familiarizados con su melodía. La canción sonó en las pistas de baile de discotecas de todo el mundo, desde Londres al neoyorquino Studio 54, y fue el tema español más radiado en el mundo durante los años 1984 y 1985, según acreditó la Sociedad General de Autores (SGAE).
Fuera estaban The Human League o Heaven 17. Nosotros teníamos a Azul y Negro”
“A finales de los años 70 y principios de los 80 había dos movimientos en el género”, reflexiona Julio Ruiz, director del veterano programa de Radio 3 Disco Grande. “Por un lado estaba la parte amateur, con Aviador Dro siguiendo los dictados de lo que propuso en su día Devo. Por el otro estaba la parte más profesional y avanzada en la música electrónica, con Azul y Negro como uno de sus principales representantes”. Ruiz destaca sus “sintonías quedonas”, como la de Me estoy volviendo loco, pero no escatima elogios hacia otras menos conocidas como* La Torre de Madrid* o No controlo nada. “Por ahí fuera había grupos como The Human league o Heaven 17”, explica. “Aquí teníamos a Azul y Negro”.
[Este reportaje forma parte de la edición impresa de Ciclosfera #28- Lee el número completo aquí]