Hay titulares que te obligan a leer una noticia. Sencillamente, no puedes evitar hacerlo: es superior a tus fuerzas. A menudo se les denomina de manera peyorativa clickbait; anzuelos que, omitiendo una parte de la información o a través de un reclamo irresistible, hacen que accedas a la información llevado por la curiosidad. Otros, sin entrar necesariamente en dicha categoría, llaman poderosamente tu atención por su naturaleza.
Algo parecido a esto último nos ocurrió cuando, hace unos meses, varios medios de comunicación se hicieron eco de “los terribles ataques de urracas a ciclistas que ya se han cobrado la vida de un hombre”. El titular era insuperable. ¿Pájaros enfurecidos que se lanzan en manada a por los pacíficos ciudadanos que montan en bicicleta? ¿Una venganza de la naturaleza por cómo tratamos al planeta y a los animales? La escena recordaba a la mítica película de Hitchcock Los pájaros. Había que investigar.
Pesadilla alada
Australia. Un hombre de 76 años pedalea por el idílico parque Nicholson de la localidad de Wollongong, al sur de Sydney. De pronto, una urraca se lanza violentamente contra él, obligándole a hacer a hacer una brusca maniobra que termina haciendo que se golpee contra un poste, resultando gravemente herido en la cabeza. Pese a que es trasladado por aire y de urgencia al Hospital St. George de Sydney, esa misma noche fallece a causa de un politraumatismo craneal.
En 2019 se registraron 4.045 ataques de urracas en toda Australia: el 70% eran ciclistas
Lo ocurrido en Wollongong fue, para muchos australianos, la gota que colmó el vaso. En Australia, la urraca es una especie protegida. Matar a una de estas aves, así como coger sus huevos o hacer daño a sus crías, es ilegal y está fuertemente penado. En caso de que una o un grupo de ellas represente una amenaza, los ciudadanos deben informar a las autoridades locales, que instan a los residentes a mantenerse alejados de los árboles donde se sabe que se reproducen. Pero la muerte de aquel hombre hizo correr ríos de tinta en los medios del país y puso sobre alerta a los ciclistas. ¿Se trató de una casualidad salpicada de mala suerte o había razones de peso para preocuparse?
La respuesta hay que buscarla en webs como Magpie Alert, que se dedica a rastrear todos los casos de ataques de urraca del país e invita a los australianos a denunciar su caso. Todo ello queda recogido en un mapa interactivo que sorprende por su volumen. Porque, si uno atiende a las estadísticas, el problema parece serio: en 2019 se registraron 4.045 ataques de urracas en todo el país, especialmente en el estado de Queensland. De ellos, casi el 70% de las personas que los sufrieron fueron ciclistas, frente a un 24% de paseantes. Eso sí: sólo el 14% sufrió heridas de consideración, frente al 86% que salió ileso del trance.
Canuck, un cuervo de armas tomar
Si el caso de Australia suena casi a película de terror, aún más curioso es lo ocurrido en Vancouver, Canadá. Allí, durante 2017, un cuervo empezó a protagonizar los titulares de los periódicos por robar todo tipo de objetos brillantes en el barrio de East Vancouver: monedas, tornillos, herraduras. Se trataba de Canuck, término procedente del slang canadiense que hace referencia a los oriundos del país, y nombre que le puso su cuidador, Shawn Bergman, tras rescatarlo al poco de nacer.
Lo que comenzó como algo anecdótico en las calles del barrio se volvió más serio cuando Canuck atacó violentamente a un cartero, al que dejó la cara ensangrentada tras varios picotazos. Las empresas de correos se negaron a seguir repartiendo en el barrio, lo que puso en pie de guerra a los vecinos. La historia de Canuck no tardó en convertirse en un fenómeno viral: fue cuando, poco después, el pájaro robó el cuchillo de una escena del crimen que investigaba la policía local. Aquello terminó de catapultarle a la fama. Bergman puso entonces en marcha una página de Facebook y una cuenta de Instagram (Canuck and I). Se realizó un pequeño cortometraje documental sobre su vida. E incluso actores canadienses como Michael J. Fox o Seth Rogen le mostraron públicamente su apoyo como embajador no oficial de la ciudad, cargo para el que salió finalmente escogido con más de 300.000 votos.
No todas las historias tienen un final feliz. El pasado mes de agosto, Canuck desapareció misteriosamente. Pese a llevar una anilla identificativa, nadie ha vuelto a saber de él. Ni siquiera los 10.000 dólares de recompensa que se ofrecen por una pista fiable de su paradero han dado resultado.
Aprender a convivir
Si el caso de Canuck acabó siendo casi entrañable, no ocurrió lo mismo en Estambul en 2014. El barrio de Ümraniye, situado en la zona asiática de la capital turca, fue el escenario de una serie de ataques a transeúntes por parte de una bandada de cuervos. En unas imágenes difundidas por la agencia local Cihan y recogidas por el canal de televisión Hürriyet se veía cómo varias de estas aves se abalanzaban contra hombres y mujeres, especialmente de mediana edad. “Sucede desde hace cuatro días”, declaraba un testigo. “Atacan a los niños. Madres, hijas, hijos, padres, no les importa, atacan a todo el mundo”. Al parecer, los ataques comenzaron después que un pequeño cuervo caído de un nido fuera atropellado por un coche, lo que llevó a los medios a hablar de “la venganza de los cuervos” .
“No intentan agredir, sino espantar. Otra cosa es que vayas y cojas los pollos: a nadie se le ocurriría coger un cachorro de león, porque sabe lo que puede pasar
“No es raro que aves, no solamente cuervos sino también otras especies, defiendan en el medio natural a sus crías frente a lo que consideran potenciales amenazas”, explica Ignacio Otero, rehabilitador de fauna de GREFA que ha trabajado con corvinos en infinidad de ocasiones. “No intentan agredir, sino solamente espantar. Otra cosa es que vayas y cojas los pollos: a nadie se le ocurriría coger un cachorro de león, porque sabe lo que puede pasar”.
Tal y como explica Otero, “existe una tendencia cada vez mayor por parte de la fauna silvestre a acercarse a grandes núcleos urbanos. En Madrid, sin ir más lejos, tenemos nueve nidos de halcones peregrinos, seis de buho real, zorros, tejones… Están explotando nuestro ecosistema, porque les proporciona muchas oportunidades de alimento y refugio. El problema es que a menudo chocan con nosotros, los humanos, y se producen problemas de convivencia”. En su opinión, estos problemas “siempre han estado ahí. Debemos facilitar convivencia lo más armónica posible con la fauna que se acerca a nosotros o, mejor dicho, nosotros a ella, porque a menudo son especies que han sido desplazadas de su medio natural”, recuerda.
“No conozco ningún corvino que haya puesto en peligro una vida. Los casos de Australia, Turquía o Canadá son excepcionales. Pero es cierto que vamos a tener que aprender a solucionar los posibles conflictos que puedan surgir con la fauna. La sociedad debe estar preparada para convivir con animales con los que no estamos acostumbrados a compartir espacio”. Y es que, al final, todos somos habitantes del mismo planeta.
Y a ti… ¿te ha atacado alguna vez un animal cuando ibas en bicicleta? ¡Deja tu respuesta en los comentarios!