Adams vive en una pequeña casa de Lapa, barrio de la brasileña São Paulo, adonde se mudó hace 15 años desde su ciudad natal, Sorocaba. Allí tiene también su estudio, donde trabaja como ilustrador autónomo, una profesión que más que elegida le venía determinada. "Siempre he dibujado”, cuenta, "y desde muy temprano supe que trabajaría de eso. No sabría hacer otra cosa”.
Empezó publicando ilustraciones en Folha de S.Paulo, uno de los periódicos más importantes de Brasil, y no ha parado de colaborar con distintos diarios, revistas y libros. Intenta huir del universo publicitario, trabaja casi exclusivamente en plataformas digitales ("es más fácil, rápido y eficaz") y, cuando no es para ganarse la vida, se entrega a sus proyectos personales.
Carvalho vive en São Paulo, donde es fácil verle rodando sobre alguna de sus bicicletas.
"El trabajo paga las facturas", explica Carvalho, "pero es en esos proyectos donde ejerzo mis propuestas artísticas y conceptuales. Si no saco tiempo para eso, me angustio. Necesito tener la libertad de producir qué, cuánto y cuándo quiera, y por eso tampoco busco mucho comercializar mis ilustraciones", confiesa.
En las calles
Si no le encuentras dibujando en su estudio, busca a Adams en las calles de Sao Paulo: es probable que las surque sobre una de sus fixies. Tiene tres, las personaliza él mismo y las quiere tanto que incluso a una de ellas, la chilena Sparton (las otras son una freestyle y una Bianchi), la llama "mi segunda esposa".
Como es sabido, São Paulo no es un lugar más, sino la urbe más grande de Sudamérica, con una población que casi equivale a la de las 20 ciudades, juntas, más grandes de España. Una metrópoli inmensa y dominada por cinco millones de coches pero en la que, según cuenta el artista, algo está cambiando. Cuando él empezó a rodar, hace unos años, "era casi inadmisible compartir la calle con coches, motos, autobuses o camiones. Pero desde hace unos tres años el escenario ha cambiado, aquí y en todo Brasil".
Es cierto: según una asociación ciclista local, el número de ciclistas se triplicó de 2012 a 2013, pero la mejor noticia es que el número de muertos en accidente de tráfico se redujo un 62,4% en los últimos ocho años, a la vez que se multiplicaban los movimientos y organizaciones de ciclistas urbanos. El urbanista brasileño Jaime Lerner lo resume en una bonita metáfora: “el coche particular es el cigarrillo del futuro”, afirma, “un problema público a tratar y eliminar”.
Experiencia filosófica
Pero, además de solución racional, la bici también es una buena receta emocional. "Es ecológica y sustentable, sana, práctica e incluso políticamente correcta", dice el artista, "pero sobre todo pedaleo por las ganas, porque me gusta, porque me siento bien conmigo mismo". También, por eso, dibuja tan frecuentemente a ciclistas: para así construir un imaginario. "Toda cultura funciona así, las imágenes contribuyen a establecer valores. Montar en bici es increíble, es una experiencia, casi, filosófica".
Su obra crea un imaginario ciclista: "Toda cultura funciona así, las imágenes establecen valores"
Es esa magia, junto al inmenso altavoz que representa Internet, lo que ha hecho que las ilustraciones de Adams retumben más allá de Brasil. Han estado en la portada de revistas como Cykeln, Boneshaker o Velô, pero llegan a la gente, sobretodo, a través de redes sociales y casi siempre sin acreditar a su autor. Algo que, lejos de preocuparle, a Adams casi le agrada. "Internet es un enorme territorio libre", dice, "donde una vez que algo cae gana vida propia. Nunca firmo mis ilustraciones: eso es, de cierta forma, dar libertad y autonomía a mi trabajo. Lo que importa es que la imagen esté, que circule. No es necesario que mi nombre viaje al lado, haciendo publicidad de mí mismo".
Lo que sí que le apetece, aparte de que ilustren Internet, es que sus obras se incorporen al paisaje urbano a través de carteles. Le gustaría hacerlo él pero, si alguien se le adelanta, tampoco le molestará demasiado. Al contrario: para Adams, lo importante es que las bicicletas, ya sean reales o dibujadas, estén en la calle. ¿Para eso se crearon, no?