Algunas de las cosas más emocionantes de la vida son precisamente las más sencillas. Ese es el caso del Récord de la hora, una prueba que tuvo a su primer protagonista en el el lejano 1893: el francés Henri Desgrange. El reto: lograr recorrer la mayor distancia posible en el transcurso de 60 minutos. Pura lucha contra el crono. La capacidad de superación humana en todo su esplendor.
El 11 de mayo de aquel 1893, el mismo año en que se patentó la fórmula de la Coca-Cola o el liberal Sagasta ganaba las elecciones generales en España, Desgrange logró una proeza que copó los titulares de los principales periódicos de la época: cuando el implacable crono llegó a los 60 minutos, había recorrido la friolera de 35,235 kilómetros. Sería el primero de sus pasos en la historia del ciclismo, tanto o más importantes que aquel: diez años después, su nombre y su papel como periodista al frente del diario L’Auto (posteriormente L’Equipe) sería clave en la fundación del Tour de Francia.
El primer record de la hora lo tiene Desgrange: recorrió 35,235 kilómetros
Mucho han cambiado las cosas a lo largo de estos 125 años. Lo que entonces parecía una distancia inmensa, casi imbatible, ha ido mucho más allá: el actual récord de la hora está fijado en 54,526 kilómetros, la distancia que recorrió en 2015 el ciclista británico Bradley Wiggins en el velódromo de Londres, pulverizando así al también británico Alex Dowsett, que ostentaba el récord con 52,937 kilómetros, y el del anterior dueño del récord, el australiano Rohan Dennis. Los tres, en el mismo año. El último en intentarlo ha sido, este mismo verano, el danés Martin Toft Madsen: se quedó a apenas 900 metros de lo rodado por Wiggins. En mujeres, la estadounidense Evelyn Stevens ostenta actualmente con otra espectacular marca que parece imposible de batir: 47,980 kilómetros.
A lo largo del siglo XX, han sido muchos los ciclistas que han ido batiendo sucesivamente el récord de la hora. En la memoria de los aficionados al ciclismo más veteranos perviven gestas como la de Fausto Coppi, que en 1942 pedaleó 45,871 kilómetros, Jacques Anquetil, que fijó la plusmarca en 46,159 en 1956, o el inmortal Eddy Merckx, que llegó a 49,431 en 1972. Otro nombre histórico, el del italiano Francesco Moser, revolucionó la prueba: con sus ruedas lenticulares y una enorme carga aerodinámica, el ganador del Giro y del Mundial de 1977 logró batir el récord dos veces en enero de 1984 y en México. Los españoles recuerdan con cariño la inolvidable ‘Espada’ con la que Miguel Induráin batió el récord de la hora el 2 de septiembre de 1994 en el velódromo de Burdeos (Francia), fijándolo en 53,040 kilómetros. Un honor que duró poco: apenas mes y medio después, el suizo Tony Rominger estableció una nueva marca con 53,832 kilómetros.
Pérdida de interés… y renacimiento
En el año 2000, la UCI modificó las reglas del Récord de la hora no permitiendo utilizar cascos de contrarreloj, ruedas especiales o cuadros aerodinámicos. Muchos ciclistas perdieron interés por la prueba, lo que llevó a que cayera en el olvido. Sin embargo, en 2009 la UCI se replanteó su decisión y volvió a permitir los cambios en el diseño de las bicicletas, lo que ha llevado a un renacimiento de una prueba mágica.
El italiano Francesco Moser cambió los tiempos: viajó hasta México para batir dos veces el récord, dandole protagonismo a la aerodinámica
Prueba de esa magia son leyendas como la de Robert Marchand, que a sus 107 años recién cumplidos sigue subido a una bicicleta. Y cómo no, es también el dueño del récord de la hora para mayores de 100 años con un registro de 22,547 kilómetros. La semana pasada, el ciclista francés se volvió a subir este viernes sobre una bicicleta en el Velódromo Nacional de Saint-Quentin en Yvelines para rodar durante una hora. Y aunque la UCI no valoró su nueva tentativa por temor a que sufriera problemas de salud, al terminar le hizo entrega de una medalla de oro y de un maillot arcoíris.
¿Hasta dónde es capaz de llegar el ser humano? Probablemente, lo que hoy se nos antoja inconcebible podrá convertirse en realidad algún día, fruto de los avances tecnológicos y la constante mejora de la capacidad física de los propios ciclistas. Y ahí estará, de nuevo, Tissot para acreditar la máxima precisión para cronometrar la épica de una prueba única.