Erfurt, capital del estado alemán de Turingia, es una de esas ciudades con un encanto especial. Parte de la culpa la tiene su centro histórico medieval, el mayor atractivo turístico de la localidad junto a los parques y pintorescos edificios entre los que serpentea, caprichoso, el río Gera. Pero, como no podía ser de otra manera, hay un motivo más por el que Erfurt es una de esas ciudades donde apetece vivir: el número de bicicletas que recorren sus calles no para de crecer.
No al caos
Muchas de esas bicicletas se acumulaban junto a la estación de tren, creando un caos que el Ayuntamiento quería atajar a toda costa. Para lograrlo encargó un aparcabicis al estudio Osterwold+Schmidt Architekten, con dos requisitos: ser funcional, de cara a que los viajeros pudieran dejar cómodamente sus bicicletas hasta su regreso, y que éstas estuvieran segura y a resguardo de las inclemencias del tiempo.
Con lo que muchos no contaban es con que el estudio, además de un espacio funcional, crearía toda una referencia en materia de diseño, gracias al aprovechamiento de las singulares características del lugar.
Soluciones creativas
“Existía un espacio sobrante que coincidía con el final de una zona verde y no tenía ningún uso”, explican los responsables del proyecto en exclusiva a Ciclosfera. Esa circunstancia derivó en la singular forma triangular del aparcamiento, capaz de albergar hasta 200 bicicletas, la mayoría de ellas en un espacio doble en altura. ¿Algo más? Sí, mucho: el Radhaus cuenta también con una zona central en la que se ubica una estación de recarga de bicis eléctricas.
“El terreno puso las cosas un poco más complicadas”, reconocen desde Osterwold+Schmidt
Su forma y ubicación, además de dos de sus grandes atractivos, fueron también el mayor reto a la hora de diseñarlo y construirlo. “El terreno puso las cosas un poco más complicadas”, reconocen desde Osterwold+Schmidt, “lo que nos obligó a construir parte del aparcamiento en el subsuelo”. No hay mal que por bien no venga: finalmente, esa zona es ahora la conexión más cercana a la estación principal.
Pero lo más importante en una infraestructura así no es su dimensión artística o arquitectónica, ni la satisfacción del Ayuntamiento o los medios, sino el recibimiento por parte de los ciudadanos. ¿Cómo fue? “La gente utiliza mucho el párking”, aseguran desde el estudio, “porque muchos commuters trabajan en ciudades cercanas y llegan a la estación en bicicleta”. Sin embargo, reconocen que aunque hay muchos “que aprecian el diseño y la funcionalidad, hay quien considera que el Ayuntamiento ha gastado demasiado dinero en proteger las bicicletas. Como todo, depende de la perspectiva: esa postura es muy habitual entre los conductores de vehículos a motor”.
Y es que, a pesar de que Erfurt es una ciudad cada vez más amable con el ciclista, queda mucho camino por recorrer. “La comunidad ciclista está creciendo muy deprisa”, explica Osterwold+Schmidt. “Aun así, sigue siendo una ciudad con una mentalidad cochecentrista muy arraigada entre la población, en parte por toda la planificación urbanística de los años 80 y 90”. Por eso, el equipo de arquitectos pone en valor la apuesta del Ayuntamiento por una instalación así, una “apuesta de futuro” que, además, es bella, envidiable y muy ciclista.
[Este reportaje forma parte de la edición impresa de Ciclosfera #24. Lee el número completo aquí]