Ciudades

Intermodalidad: clave en las ciudades del siglo XXI

Analizamos de la mano de Tissot la intermodalidad, un fenómeno llamado a jugar un papel esencial en las nuevas formas de moverse que demandan las urbes actuales.

Salir del punto A en bicicleta. Tomar el tren. Volver a subirse a la bicicleta hasta llegar al punto B. Y a la vuelta, tres cuartas partes de lo mismo.

Una secuencia como esta es más habitual de lo que algunos piensan. La llamada intermodalidad (combinación de varios medios de transporte) se ha convertido en una pieza fundamental en las ciudades, especialmente en aquellas en las que, dado su tamaño, centenares de miles de personas se desplazan a diario de un lugar a otro para trabajar, ir a clase o disfrutar del ocio. Pero también en las más pequeñas, donde no siempre el transporte público llega hasta los últimos rincones.

Por su versatilidad, la bicicleta se ha convertido en aliada fundamental para moverse por la ciudad

En ambos casos, la bicicleta se ha convertido en una aliada fundamental de lo que en inglés se denomina commuter, palabra para designar a la persona que se desplaza para ir al trabajo. Porque pocos medios de transporte permiten tantas posibilidades. Una versatilidad que, en buena parte, se ha incrementado gracias a la generalización de bicicletas plegables, perfectas no sólo para ocupar poco espacio en casa o el trabajo sino también para subirse al bus o al metro.

“La intermodalidad es algo tan simple como elegir el modo de transporte más adecuado para cada viaje, aprovechando las virtudes de cada uno de ellos”, explica Adrián Fernández, responsable del Área de Movilidad de Greenpeace España e impulsor del portal Ecomovilidad. “Del mismo modo que un constructor tiene varias herramientas o un cocinero utiliza múltiples utensilios, los ciudadanos podemos hacer uso de diferentes medios según nuestras necesidades: usar el metro para llegar al centro, una bicicleta pública para llegar a la estación, alquilar una furgoneta por horas el día que tengo que mudarme o coger un taxi al volver de fiesta. Estamos pasando del ineficaz modelo de “compra un coche para todo” (para trabajar, para vacaciones, para la compra…) a “usa lo que necesites cuando lo necesites”.

“Un sistema intermodal es más eficaz, más flexible y a la postre más barato”

“Por definición, la intermodalidad requiere disponer de una amplia variedad de transportes, pero no es necesario un garaje inmenso para guardarlos todo”, aclara Fernández. “De hecho, la principal ventaja reside en que la mayoría de modos de transporte no son en propiedad, sino que son servicios. Igual que podemos viajar en avión sin comprarnos uno, pero en la ciudad. Un sistema intermodal es más eficaz, más flexible y a la postre más barato para el que lo usa y para todos”.

En todo este sistema, la bicicleta está llamada a jugar un papel más que vital. Para Carlos Rodríguez, responsable de la iniciativa 30 Días en Bici, “la bici es el único medio de transporte que posibilita hacer viajes puerta a puerta en distancias cortas que se pueden aumentar mucho en un uso combinado con otros medios de transporte. En las áreas metropolitanas de las ciudades, el uso combinado de transporte público y la bicicleta es la única alternativa racional y efectiva en coste al uso abusivo e irracional del vehículo privado motorizado”.

Segun Rodríguez, “los viajes que combinan transporte público y bicicleta son la forma más rápida y eficaz de moverse por la ciudad. La bici aumenta el radio de acceso al transporte público y, en este sentido, es su mejor aliado. Si consideramos prioritario estimular el uso combinado de la bici y el transporte colectivo, público y privado, debemos ofrecer un servicio integrado y eficiente. Y la formula para conseguirlo pasa por la integración tarifaria, y mejorando el transporte de las bicicletas en trenes, metros y autobuses. Es interesante el modelo holandés de uso intermodal de la bicicleta: muchos usuarios diarios tienen dos bicicletas, una para cada tramo (domicilio-estación y estación-destino) que requiere la instalación de aparcabicis accesibles,protegidos y seguros en las estaciones.

Por último, el impulsor de 30 Días en Bici pone el ejemplo de un modelo que se empieza a ver en nuestras ciudades: “el trabajador que llega en coche a la ciudad, aparca en aparcamiento disuasorio y realiza el último tramo de su desplazamiento al trabajo en la bici plegable que lleva en el maletero. Se podría mejorar la usabilidad de los aparcamientos disuasorios instalando puntos de bikesharing en los mismos”, recomienda.

En resumen: los nuevos tiempos y, por extensión, las nuevas ciudades exigen medios de transporte más prácticos, rápidos y sostenibles. Herramientas que, como un buen reloj, faciliten a las personas el poder organizar sus desplazamientos con la máxima comodidad y precisión posibles.