1. “Los ciclistas no tienen derecho a estar ahí porque no pagan impuestos”.
Por supuesto que los pagamos. Como cualquier otro ciudadano. Pero si los que esgrimen este argumento -tan pobre como fácilmente desmontable- se refieren al impuesto de circulación, conviene recordar que este afecta, por definición, a los vehículos de tracción mecánica. Y sorpresa: las bicicletas no lo son. Nosotros nos movemos con la fuerza de nuestras propias piernas. Y de hecho, desgastamos las carreteras infinitamente menos que un coche o un camión. Y el llamado impuesto de circulación debería llamarse, mejor dicho, “impuesto de contaminación” (porque presuntamente pagan más lo vehículos que más contaminan) y los ciclistas, de contaminar, más bien poco.
2. “Los ciclistas van muy despacio”.
Así es. Sobre todo si lo comparamos con una máquina de una tonelada capaz de volar a 200 kilómetros por hora (por cierto, un delito). No hay nada de malo en ir “más despacio”, más bien al contrario: si todos fuéramos un poco más lento, las trágicas cifras anuales de atropellos (protagonizados no precisamente por los ciclistas, sino por los conductores de coches) y accidentes se reducirían considerablemente, además de poder ver la vida, y el mundo, con un poco más de tranquilidad.
3. “Los ciclistas no pasan exámenes de tráfico ni tienen carné”.
Un debate interesante. De hecho, le dedicamos nuestra sección Ciclotimia en el último número de Ciclosfera. Evidentemente es más que recomendable conocer todas las normas de circulación para echarse a la calzada a rodar pero la bicicleta, por sus singulares características, no es un coche, una moto o un camión. ¿Les pediremos también un carné a los peatones que, se supone, también deben conocer todas las normas de tráfico para evitar ser atropellados? Y otra cosa: la bici, lejos de suponer un problema, es la solución a muchos de los que hoy sufrimos por culpa del abuso del vehículo privado.
4. “Los ciclistas ocupan mucho espacio en la carretera”.
Hay argumentos que, por absurdos, se rebaten solos. Este lo hemos leído y escuchado más de una vez. Basta con comparar el espacio que ocupan coches y bicicletas en cualquier calzada para darse cuenta del agravio comparativo. En la calzada cabemos todos. Y debemos convivir pacíficamente. Y hablando de espacio… ¿Cuánto ocupan en nuestras ciudades los millones de coches aparcados en la calle? ¿Cuántos ocupan los parkings y garajes? En cambio… ¿qué espacio ocupan las bicis?
5. “Los ciclistas no respetan las normas de tráfico”.
Hay de todo, como en cualquier otro colectivo. Pero conviene tener en cuenta varios factores: las señales de tráfico no fueron pensadas para los ciclistas, sino para los vehículos a motor. ¿Nos exhime ello de tener que respetarlas? En absoluto. Pero el peligro que entraña un ciclista saltándose un semáforo es infinitamente menor al que supone que lo haga un coche. Por otra parte, está muy extendida la idea de que si un ciclista comete una infracción, es válido meter a todos los que usan la bicicleta en el mismo saco. No lo es. Al igual que ocurre con los conductores, no todos los ciclistas somos iguales.
6. Los ciclistas no llevan matrícula.
Ni falta que nos hace. Aunque algunos no lo entiendan, se trata de fomentar que más y más gente se mueva en bicicleta por una cuestión de salud pública. Y en los pocos lugares del mundo en los que se han puesto en marcha medidas como esta -al igual que el seguro obligatorio para ciclistas- han terminado retirándose al no resultar operativas. ¿Por qué no imitamos a los países más avanzados en esta materia en lugar de proponer disparates como este?
7. “Los ciclistas también atropellan a gente”.
Es cierto. Pero la gravedad de ser embestido por un vehículo de 10-15 kilos, a 20 km/h es mucho menor que la de ser atropellado por otro de 1 ó 2 toneladas a, como mínimo, tres veces esa velocidad. La frecuencia es también mucho menor. Hay algo que es verdad: mientras haya un solo peatón atropellado por un ciclista, quedará trabajo por delante. Sin embargo, que este argumento venga de un colectivo como el de los autovilistas, cuyos vehículos provocan al menos 11.000 atropellos al año en España, de los cuales 10.000 tienen lugar en vías urbanas (muchos de ellos, por cierto,a niños), es cuanto menos… chocante.