1. Correr demasiado. Relájate: no estás compitiendo. A menudo, muchos commuters cometen el error de llevar el espíritu competitivo propio del ciclismo deportivo a la bicicleta urbana. A todos ellos les decimos: tranquilidad. Pedalea a tu ritmo y sin prisas. Disfruta del camino. Si es necesario, sal un poco antes de casa para poder realizar el trayecto con la calma que merece. De lo contrario, llegarás empapado en sudor a tu destino. Y a nadie le gusta tener un compañero al que le canta el sobaco. Además, ten en cuenta que los primeros días te costará un poco más de esfuerzo si no estás especialmente en forma. No te desanimes: pronto te preguntarás por qué no empezaste a pedalear antes.
2. No llevar ropa de repuesto. Un punto directamente ligado con el anterior. Es posible que, aunque te lo tomes con calma, si en tu ciudad el calor aprieta llegues sudado al trabajo. No debería suponer ningún problema, siempre y cuando dispongas de una prenda para cambiarte al llegar a a la oficina y un kit básico de aseo. Llévalo siempre contigo cuando vayas a trabajar.
3. Buscar siempre el camino más corto. La mejor ruta no es siempre la línea más recta. Busca, indaga, experimenta. Cuando te mueves en bicicleta por la ciudad existen infinidad de alternativas para llegar de un punto A a uno B. Y a menudo, las mejores no son necesariamente las más rápidas. Prueba a pedalear por calles tranquilas, a descubrir nuevos rincones e itinerarios, e incluso a variar tu ruta de vez en cuándo para evaluar cuál se adapta mejor a tus necesidades y apetencias. ¡La ciudad es tuya!
4. Pelearte con otros usuarios de la vía. Todos los que nos movemos en bicicleta hemos tenido algún que otro contratiempo en alguna ocasión. Un motorista que te pasa demasiado cerca, un autobús que te increpa, un taxista que te pita cuando no debería hacerlo. Sabemos que molesta, que es injusto y que alguien tiene que explicarles que los ciclistas tenemos tanto derecho como ellos a circular por la ciudad. ¿La realidad? No merece la pena enfadarse. Procura ser didáctico y educado. Que vean con sus propios ojos que la bici es un catalizador de buenas vibraciones, y no de la tensión y la hostilidad que genera el coche en algunos conductores.
5. Saltarte las normas. Recuerda: la bicicleta es un vehículo. Es cierto que tiene características propias que la hacen única, pero una vez empiezas a circular con ella es tu obligación comportarte como es debido. Por tu seguridad, y por la de todos los demás. También por mantener el buen nombre del colectivo ciclista del que ahora formas parte. No circules por las aceras, no te saltes los semáforos, olvídate del móvil, utiliza luces al caer el sol, señaliza tus movimientos y sé amable. En resumen: compórtate como te gustaría que se comportasen los demás. Sencillo, ¿verdad?
6. Usar una bici (muy) barata. Existe una práctica habitual entre muchos ciclistas urbanos primerizos: comprarse una bicicleta muy barata porque “total, es sólo para moverme por la ciudad”. ¡Nada menos! Si vas a utilizar una bicicleta todos (o casi todos) los días de la semana, quizá no sea la mejor idea hacerte con la primera y más barata opción que tengas a mano. Porque a la larga puede acabar saliéndote más cara. Una cosa te podemos prometer: por mucho dinero que cueste una bicicleta urbana, si la usas a menudo la rentabilizarás pronto, y en última instancia acabará resultándote muy barata.
7. Descuidar el mantenimiento. Sí: en ciudad tienes un taller a pocos metros en prácticamente cualquier desplazamiento que hagas, lo que te permitirá acercarte a cualquiera de ellos cuando sea necesario. Pero paradójicamente, eso provoca que muchos ciclistas urbanos caigan en determinada dejadez a la hora de mantener a punto su bicicleta. Recuerda: aunque sea una máquina sencilla, tu compañera de dos ruedas necesita los pertinentes cuidados y revisiones. Trátala bien y vuestra relación durará muchos, muchos años.
8. No asegurarla debidamente. No compres uno de esos candados baratos que venden en cualquier esquina: ráscate un poco el bolsillo y hazte con una U o un candado articulado para asegurarla como está mandado. Hazlo a un elemento fijo del mobiliario urbano (nunca a un árbol) y en un sitio lo más transitado posible. Para un caco no hay bicicleta imposible de robar, pero tu misión es ponérselo lo más difícil posible.
9. No equiparte debidamente. Entiéndase bien: para ir en bicicleta no necesitas más que una bicicleta y un par de piernas. Pero si te desplazas a pedales hasta la oficina es posible que quieras llevar contigo determinadas cosas. Por ejemplo, los clásicos tupers: hay pocas cosas peores que llegar a tu destino y encontrar que todo su contenido se ha vertido con los vaivenes del asfalto. O peor aún: que éste se ha derramado sobre el portátil, otro item clásico en la mochila del trabajador. ¡Ciérralos bien! Y ya sean túpers, el portátil, el kit de aseo o la llave multiusos, nada como llevar ello en una mochila cómoda y práctica. Si además ha sido diseñada para pedalear, mucho mejor: encontrarás ventajas como la transpirabilidad o la ubicación determinados bolsillos que te acabarán pareciendo un auténtico ‘must’.
10. Pensar demasiado en el trabajo. Va a ser lo primero que compruebes cuando empieces a usar la bici como medio de transporte diario: será difícil que combines las preocupaciones laborales con la cadencia del pedaleo. Pero si aun así tiendes a darle vueltas al día que tienes por delante (o que has dejado por detrás), sólo podemos darte un consejo: déjalas de lado por un rato: este tiempo es para ti. ¡Disfrútalo!