Dicen que, a los seis meses de edad, los bebés comienzan a reconocer los sonidos y fonemas más elementales de su lengua materna. Poco después salen torpemente de su boca las primeras palabras y, al año de nacer, los humanos empiezan a adquirir nuevos términos a una velocidad asombrosa. Ávido de conocimiento, el cerebro se convierte en una esponja, y ya nunca dejará de serlo.
El lenguaje lo es casi todo: con él nos comunicamos, gracias a él percibimos el mundo, conocemos a los demás y, dependiendo de cómo lo usemos, nuestra visión de todo lo que sucede a nuestro alrededor será una u otra. Estamos hechos de palabras y significados, imágenes mentales en forma de conceptos y el saber que otros adquieren y nos transmiten.
Los medios de comunicación conocen bien la importancia del lenguaje a la hora de explicarnos esa realidad. Por eso analizar la portada de cualquier diario es un ejercicio tan interesante como necesario. Al menos, lo es para cualquiera que se considere un ciudadano crítico: dependiendo de la elección de unas u otras palabras para contar una noticia, las conclusiones que extraerá serán muy distintas. Y, del mismo modo, la inclusión o no de determinadas informaciones será clave para que se hable o no de ellas. En el mundo actual, lo que no se nombra, simplemente, muchas veces no existe.
Contar la realidad
A la hora de informar sobre ciclismo urbano o ciclismo en general, las palabras cobran una dimensión capital. El ejemplo más claro reside en el uso de la palabra “accidente”: basta una rápida búsqueda en Google para comprobar cómo dicho término copa titulares de informaciones que, en realidad, hablan de atropellos en los que los ciclistas han sido víctimas de la imprudencia de un conductor o de una infraestructura mal planificada. Muchas veces, incluso, parece darse por hecho que las personas, a pie o pedaleando, somos daños colaterales del inevitable uso del coche.
A la hora de informar sobre ciclismo urbano o ciclismo en general, las palabras cobran una dimensión capital. El ejemplo más claro reside en el uso de la palabra "accidente"
Barcelona, 29 de noviembre. Mientras muchos medios titulaban “Dos ciclistas muertos y uno crítico tras un accidente”, el contenido de sus noticias explicaba que “un turismo había invadido el carril en sentido contrario”, y que su conductor fue “detenido por homicidio imprudente”. Como después explicaban también los medios, “al tratarse de una persona de edad avanzada, 80 años, la jueza lo dejó en libertad tras tomarle declaración”. ¿Otro ejemplo? El del niño de 13 años que, en la localidad burgalesa de Miranda de Ebro, “moría cuando iba en bicicleta”. ¿El motivo? “Sufrió un accidente cuando esperaba a que se abriera un semáforo”. El niño no sufrió un accidente: fue atropellado, y el conductor fue investigado por “homicidio imprudente, conducción temeraria y conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas”.
Una reflexión necesaria
Gumersindo Lafuente, director adjunto de El Diario, es uno de los nombres clave al hablar de periodismo español de las últimas décadas. También es ciclista urbano, por lo que la discusión le afecta e interesa por partida doble. “Creo que el uso de este tipo de lenguaje en los medios es fruto de la falta de reflexión”, apunta. “Se tiende a generalizar y a llamar accidentes a todos los incidentes provocados por los coches, cuando en realidad en la mayoría de los casos son alcances, es decir, atropellos”.
"Los medios y la publicidad han idealizado el uso del automóvil, asociándolo a independencia y estatus, pero creo que la propia industria se ha dado cuenta de que los tiempos y los consumidores han cambiado" (Gumersindo Lafuente, El Diario)
En su opinión, los medios de comunicación son “fundamentales” a la hora de transmitir una imagen del ciclista a la sociedad. “Creo que se ha avanzado mucho”, asegura, “y que los medios de calidad hace años que van por delante de las administraciones en el tratamiento de este tema. Los enfoques y el lenguaje son muy importantes para que la sociedad tenga información fiable y valore lo positivo que es para todos que crezca la movilidad basada en el uso de la bicicleta”. Y es que, incluso asumiendo que muchos medios no hacen bien las cosas, Lafuente cree que no se debe generalizar. “Es verdad que los medios y la publicidad han idealizado el uso del automóvil, asociándolo a independencia y estatus, pero creo que la propia industria se ha dado cuenta de que los tiempos y los consumidores han cambiado. Los coches son útiles, pero mal usados son muy peligrosos”, recuerda. “Los ciclistas suelen ser mucho más amables, aunque es verdad que a veces también pueden incumplir las normas. Creo que, poco a poco, todos vamos asumiendo que el espacio público debe ser compartido, y que las políticas de todo para el coche son viejunas y equivocadas”.
Culpabilizar a la víctima
Porque existen también normas y ejemplos, escritos, de cómo hacer bien las cosas. Desde 2016, el libro de estilo de Associated Press, una de las más reputadas agencias de noticias del planeta, especifica que en casos como los mencionados es preferible que los periodistas utilicen el vocablo “crash” (choque) en lugar de “accident”. En concreto, se habla de que “cuando está probado que ha existido una negligencia” conviene evitar la palabra “accidente”, dado que su empleo puede llevar a que la información “exonere al responsable”.
Algo similar se especificó años antes, en 2001, en el prestigioso British Journal of Medicine, donde en un extenso artículo los editores Ronald M. Davis y Barry Pless explicaban la importancia de evitar el uso de la palabra “accidente” para referirse a este tipo de informaciones. Su argumento fue similar al ofrecido por Associated Press: según David y Pless, el término accidente “parece sugerir que se trata de un hecho impredecible, casi un acto de Dios y por tanto inevitable, cuando en la mayoría de las ocasiones se trata de eventos que se pueden prever y evitar”.
El término accidente parece sugerir que se trata de un hecho impredecible, casi un acto de Dios y por tanto inevitable, cuando en la mayoría de las ocasiones se trata de eventos que se pueden prever y evitar.
En realidad, la elección de una u otra palabra no debería tratarse de una decisión arbitraria que dependa del criterio de cada periodista o medio de comunicación. La Organización Mundial de la Salud es la primera que considera los accidentes de tráfico “una epidemia evitable“ contra la que los estados deben luchar activamente. Una definición que recogieron en una completa tesis doctoral Kelcie Ralph, Evan Iacobucci, Calvin G. Thigpen y Tara Goddard, que analizaron 200 noticias de medios estadounidenses que informaban de accidentes causados por coches y que tuvieron como víctimas a peatones o ciclistas. Su conclusión fue clara: los periodistas deben cambiar la manera en que abordan este tipo de informaciones, porque basta con modificar “pequeños patrones” para que la opinión pública perciba el ciclismo de una manera distinta y, en consecuencia, se produzca un aumento de la presión pública para reducir las muertes en el asfalto. Y es que, al fin y al cabo, es esencial que los medios de comunicación tomen conciencia del papel protagonista que han de jugar en la revolución que, en materia de movilidad, está experimentando el Planeta.