Carlos Verona es uno de esos ciclistas a los que la palabra “promesa” se le ha quedado pequeña. Hace tiempo que este madrileño de 26 años es ya una realidad. Nacido en la localidad de San Lorenzo del Escorial, actualmente reside en Andorra. Es profesional desde 2013, y forma parte del equipo Movistar Team desde el pasado mes de agosto, cuando firmó un contrato que le unirá a la escudería al menos hasta 2020. Como el resto de los miembros del equipo, corre y entrena siempre a lomos de una flamante Canyon, bicicleta a la que se ha adaptado en un periodo de tiempo sorprendentemente corto.
Hablamos con Carlos en plena participación de la Vuelta a Andalucía, en la que sus sensaciones están siendo, de nuevo, inmejorables. Un rato de descanso entre etapas para charlar sobre su carrera, su día a día y su estrecha relación con Canyon.
¿Cómo ha ido la jornada en la carrera?
Muy bien. Hemos hecho la segunda etapa de la Vuelta a Andalucía, entre Sevilla y Torredonjimeno, en Jaén. En total, 230 kilómetros. Ha sido un día largo, pero me encuentro bien.
A muchos nos sigue pareciendo de otro planeta correr 230 kilómetros y estar tan fresco como estás…
Bueno, al final es como todo: se acaba convirtiendo en algo relativamente fácil. Mucha gente desde fuera piensa que hacemos cosas fuera de lo normal, pero si entrenan todos los días cuatro, cinco o seis horas acaba siendo algo que forma parte de tu rutina.
“Me gusta viajar, los deportes al aire libre y, sobre todo, la gastronomía”
Hablemos de esa rutina. ¿Cómo es un día cualquiera en la vida de un ciclista profesional como tú
Depende del día. Hay días más tranquilos y otros más intensos. Nunca entreno más de tres o cuatro días seguidos, tras los que siempre ha de venir una jornada de descanso para recuperarme. En un día habitual de entrenamiento me levanto a las 8.30, desayuno y a las diez estoy entrenando. Tenemos una buena grupeta con la que siempre iniciamos la ruta juntos, aunque como cada uno tenemos nuestros deberes no siempre acabamos unidos. A mediodía llego a casa y como algo ligero. La tarde la dedico a estar en casa, hacer compras y gestiones. Y ceno prontito.
Más allá de la bici, ¿qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
Me gusta mucho viajar, practicar otros deportes al aire libre como el esquí de montaña y, sobre todo, la gastronomía. Me encanta la buena comida. Dado que el comer es parte de nuestro trabajo, a menudo se acaba convirtiendo en algo que necesitas para rendir lo mejor posible. Por eso cuando estoy desconectado me gusta comer para disfrutar.
A nivel económico, ¿qué tal se vive como ciclista profesional?
Muy bien. No podemos quejarnos, sobre todo porque esta es nuestra pasión. Dedicarte a lo que te gusta es lo mejor que te puede pasar en la vida. A nivel económico, en el ciclismo se está bien. Seguro que en otros deportes se está mejor, pero una vez estás en el alto nivel tenemos la suerte de que la gente lo sigue. El ciclismo está en buen momento a nivel de afición y patrocinios.
¿Qué cambió en tu vida al convertirte en ciclista profesional?
En mi caso ha sido todo muy paulatino. Empecé muy joven y desde siempre me lo tomé muy en serio, aunque no fuera mi medio de vida. Así que no tengo la sensación de que convertirme en profesional supusiera un cambio drástico para mí. Eso sí: en el momento en que empiezas a ganar dinero con esto y puedes vivir de ello se te quitan determinadas inseguridades.
¿Cómo empezó tu relación con Canyon? ¿Cuando fue la primera vez que te subiste a la Canyon Ultimate que ahora es tu herramienta de trabajo?
Fue en Pamplona el pasado mes de noviembre. Nos reunimos tres días con el equipo y allí tenían la bicicleta preparada. Saqué un huequito para hacer 30 kilómetros a modo de primera toma de contacto. Y fue muy, muy bien, a pesar de que estaba recién llegado de China. Fue un momento muy interesante.
¿Qué sentiste en aquellas primeras pedaladas con la Ultimate?
Es una bicicleta muy cómoda y ligera. La primera vez que te subes a una bici nueva, a la que no estás acostumbrado, siempre es extraño, pero no tardé mucho en hacerme a ella. Cuando llegué a Barcelona fui a mi mecánico de confianza, le dimos cuatro retoques y a partir de ahí todo fue como la seda. Cada bicicleta tiene su geometría: no hay dos bicicletas iguales. Y por mucho que esté hecha a medida, eres tú quien tiene que adaptarse a ella, y no al revés.
En ese sentido, eres alto (1,86), por lo que usas una talla L. ¿Qué ventajas e inconvenientes te aporta tu estatura?
Creo que, al final, ser más alto te permite ser más polivalente: tienes más palanca. Y puedes tapar más el viento a los compañeros. A cambio tienes el handicap del peso.
“Hay una relación muy estrecha entre Canyon y el equipo”
¿Qué es lo que más te gusta de una marca como Canyon ¿Qué destacarías de ella?
Además de la Ultimate he probado la Speedmax. Y las sensaciones siempre han sido fantásticas. Es una bici muy rápida con la que da gusto correr. Por parte del equipo de Canyon, son gente muy cercana que siempre trabaja mano a mano con nosotros para desarrollar sus productos: la bicicleta está hecha pensando en los profesionales. Hay una relación muy estrecha entre la marca y el equipo. Y eso se nota.
¿Qué es lo que más te gusta de este deporte? ¿Y lo que menos?
Lo que más, tener la oportunidad de viajar constantemente. No existe la rutina: cada día trae algo distinto. Incluso aunque entrenemos mucho, tenemos la suerte de poder hacerlo a menudo en diferentes lugares. Así que no hay dos días iguales. Lo que menos, la parte de las caídas. El ciclismo es un deporte peligroso. El 99% de las veces no pasa nada, pero cuando pasa… el asfalto está muy duro (risas).
Eres muy activo en redes sociales. ¿Qué es lo que más te gusta de ellas?
Creo que las redes sociales son una herramienta muy útil para poder estar cerca de la gente. Me permiten contar a los aficionados cómo es el día a día de un ciclista profesional. Con un clic podemos mostrar muchas cosas. Es algo que me sale solo: al fin y al cabo, me he criado con ellas. Eso sí: intento filtrar la información que creo que pueda ser interesante para la gente.