Los adelantamientos chulescos
No, no es sólo que un coche vaya más rápido que nosotros y nos adelante. Lo que nos molesta es que un conductor aproveche la más mínima ocasión para acelerar a tope lanzándonos un mensaje: “Soy más rápido que tú, más fuerte que tú… y podría aplastarte casi sin darme cuenta”. Un gesto particularmente odioso, sobre todo cuando has sido tú el que, cortésmente, se ha echado a un lado para dejarle pasar, o cuando poco después el “rapidísimo” y potente vehículo se ve atrapado en un atasco o semáforo y tú le adelantas con total tranquilidad (y, por cierto, sin acelerones, contaminación ni ruido).
Los consejos-amenaza
A todos nos ha pasado: el automovilista, motorista o peatón que, aprovechando nuestra accesibilidad (nosotros no nos escondemos detrás de una puerta con la ventanilla subida o un casco integral), se anima a darnos un consejo que casi siempre suena a amenaza. Seguro que os suena: que por qué no llevas casco (cuando no es obligatorio en ciudad), que tengas mucho cuidado porque la bici es muy peligrosa (es curioso que se preocupen por ti y no por su propios riesgos o el aire que otros les obligan a respirar) o, claro, bromas como el “¡esto no es Amsterdam!”, exabrupto que, a modo de chascarrillo gracioso, no hace más que poner a quien lo pronuncia a la altura intelectual de un simpático Neandertal. ¡Ojalá fuera como Amsterdam!
El (mal) uso político de la bicicleta
Sucede a diario: la bicicleta está cada vez más presente en las conversaciones de la ciudadanía y, por extensión, en los discursos políticos. Por eso, casi de manera cotidiana, alcaldesas y alcaldes loan sus virtudes, su papel como vehículo urbano imprescindible, lo importante que es inculcar su utilización entre niños y adultos… Para, una vez terminado el discurso de rigor, volverse a subir en un gigantesco coche oficial y “aparcar” la bicicleta hasta nuevo aviso, no teniéndola en cuenta para casi cualquier decisión real.
Los políticos que se llenan la boca con el ciclismo, la mala infraestructura, los sistemas de bici compartida fallidos…
La infraestructura absurda
Muy relacionada con la anterior, porque hay veces que, casi, sería mejor que no se intentara “fomentar” el ciclismo urbano… Abundan por el mundo los carriles bici inconexos o, lo que es todavía peor, planteados de manera pésima y que llegan a poner en peligro a peatones o ciclistas. También los aparcamientos reducidos y casi inaccesibles, los espacios compartidos con los peatones que no hacen sino fomentar el enfrentamiento entre dos colectivos que deberían apoyarse… ¿Es cuestión de ignorancia o de mala intención?
Los fallidos sistemas de bicicleta compartida
BiciMAD, el sistema de Madrid , es quizá el ejemplo más célebre de España: bicicletas que no pueden retirarse o aparcarse, bicicletas que no funcionan, aplicaciones fallidas, cobros erróneos que luego obligan a plantear tortuosas quejas… Pocas cosas hay más molestas, desde luego, que ir a una estación de bicicleta pública lleno de alegría por pedalear y con la conciencia tranquila por moverte de manera sostenible y ver que la inutilidad de otros te lo impide.
La imprudencia y falta de civismo de otros ciclistas
Sí, también está bien hacer autocrítica. Lo decimos siempre: basta con que un ciclista urbano haga una maniobra incorrecta y poco cívica (dos de las más habituales: circular a toda velocidad por la acera o saltarse un semáforo rojo en un cruce peligroso) para que los demás ciudadanos etiqueten a todo un colectivo. Para lo bueno y para lo malo, tú eres la mayor publicidad que puede hacérsele al ciclismo urbano, así que sé responsable, por los demás y, por supuesto, por ti.
También nos indignan los ‘malos’ ciclistas: ¿qué es eso de ir a toda velocidad por la acera?
Protagonista de malas noticias
Nueve de cada diez noticias relacionadas con los automóviles subrayan su enorme trascendencia económica, llaman la atención sobre las virtudes de un determinado coche o, simplemente, tratan de estimular al lector para que cambie tarde o temprano de vehículo. Son muy pocas las veces que se recuerda a la ciudadanía de los enormes problemas que acarrea el uso brutal del vehículo motorizado privado. En cambio, con la bicicleta ocurre todo lo contrario: aunque esté presente en los medios, en pocas ocasiones se habla de sus enormes ventajas. Se prefiere, en cambio, recordarnos los conflictos que acarrea su uso, su presunta peligrosidad o las polémicas que genera (como pasó, hace dos años, con el intento de la DGT de obligar a usar casco). En el mejor de los casos, también, nos es presentada como un mero objeto de consumo, un complemento de moda frívolo, accesorio y caprichoso.
Los robos
Siempre lo decimos: bastantes dificultades tenemos ya como para que, encima, nos pongamos palos en las ruedas los unos a los otros. No compres nunca bicicletas o accesorios robados, o que creas que puedan ser robados. Extrema las precauciones: aparca en los sitios idóneos, utiliza un buen candado. Y denuncia ante cualquier evidencia de que estás ante un ladrón de bicicletas, o alguien que se beneficia de este tipo de actividades.
La incomprensión
Es muy frustrante: incluso ateniéndonos a las reglas, respetando a los demás, los ciclistas somos vistos a veces como una molestia o una amenaza. La campaña de muchos medios ha sido eficiente: la gente nos ve más como un inconveniente que como una solución. No importa que seamos silenciosos, limpios o, simplemente, responsables de una parte proporcional infinitamente menor de accidentes: a ojos de muchos somos imprudentes, inmaduros y egoístas. Lo dicho: cambiemos esa impresión a base de civismo, educación, respeto y solidaridad no sólo con nosotros, sino también con los otros ciudadanos.